Los libertarios se venden como nacionalistas, pero a la hora de la verdad les chupa un huevo. Alcanzan dos clics en la cuenta de Daniel “Gordo Dan” Parisini para ver el truco: arriba del todo, un tuit fijado con una bandera argentina al viento y una arenga épica; abajo, la rutina diaria de burlarse de la soberanía, de las instituciones y de cualquier límite que huela a interés nacional. La patria para la foto, y para el timeline la chicana cínica.
Parisini —lugarteniente de Santiago Caputo en la tropa de trolls oficialistas— pasó el día amplificando “condiciones” delirantes del salvataje de Trump como si fueran un chiste interno del poder. Un ajuste más furioso, privatizaciones para empresas norteamericanas, bajar aranceles, garantías para inversiones en Vaca Muerta, litio, cobre y renovables; acceso a infraestructura (oleoductos, LNG) y prioridad a proveedores de EE.UU. en equipos/servicios. Todo eso esta en el menú del que el Gordo Dan estuvo hablando todo el día. Primero, retuiteó la ocurrencia de que CFK debería cumplir condena en el atolón de Midway, como si la política argentina dependiera de la logística penal del Tesoro de EE.UU.
Después festejó la lista ficticia de “exigencias” norteamericanas: Tren a Mar del Plata entregado a American Airlines, base militar en La Matanza y la UBA rebautizada “Universidad Nacional Charlie Kirk”. Nacionalismo, pero con traducción simultánea al inglés.
El show siguió con el CONICET: “Estados Unidos ha tomado posesión de las batatitas de mar”, escribió una de sus cuentas satélite junto a una foto de Donald Trump sosteniendo un acuario.
Y por si quedaban dudas del guiño, Gordo Dan remató: “Como parte de las condiciones del tesoro americano se informa a los argentinos que las batatitas de mar deberán pasar a valores”. Un manual de cómo convertir la sumisión en meme para aplauso de la propia barra.
La operación comunicacional es transparente: mientras el Gobierno quema reservas y ruega dólares, Parisini instala que el precio del auxilio será exactamente eso que los libertarios decían venir a combatir: entrega de activos, bases extranjeras, renombres ideológicos, extraterritorialidad judicial, deuda (que según Milei es hija del déficit). No importa si es real o no; importa naturalizarlo con humor para que, cuando llegue la letra chica, ya esté masticada.
Todo esto convive, claro, con la liturgia trucha del “patriota” de avatar celeste y blanco. La bandera en el tuit fijado, los “vivas” a la Argentina, la mística del sacrificio: maquillaje para un hilo de mensajes que celebran la idea de que Washington pone las condiciones y que acá solo queda obedecer. Es la estética del aguante para justificar la rendición.
Lo más grave no es el mal gusto. Es el adelanto de clima: si la negociación con EE.UU. trae condicionamientos onerosos, el ecosistema libertario ya los validó de antemano, entre aplausitos y “bromas”, como si fueran pasos inevitables hacia la salvación. Y quien marque el costo en términos de soberanía será tratado como aguafiestas o “casta”.
Mientras esperamos las condiciones —seguramente ruinosas— para nuestro país, los libertarios se cagan de risa. Y lo hacen con bandera argentina de fondo.
