Aunque en los papeles Luis Caputo sigue siendo el ministro de Economía, el puesto y las decisiones ahora las toma el norteamericano Scott Bessent, en una de las mayores muestras de cipayismo que se tenga memoria. No por nada Axel Kicillof recordó la frase de Arturo Jauretche: “Si malo es el gringo que te compra, peor es el criollo que te vende”. El jueves 9 de octubre, Bessent anunció por X un swap por US$20.000 millones y dijo, sin ruborizarse, “hoy compramos directamente pesos”, convalidando que el timón ya no está en Buenos Aires sino en Washington.
La secuencia es clara y vertiginosa: la operación de “comprar pesos” se ejecutó vía bancos internacionales (Santander al frente), lo que en la práctica equivale a vender dólares contra pesos para bajar el dólar financiero y aplanar la brecha, y fue reportada el 9/10 con cifras de US$100–200 millones sobre un volumen total de US$400 millones. Los precios reaccionaron como en manual: MEP y CCL se hundieron 5–6% y los bonos rebotaron hasta 8%. En la City ya le encontraron marca al nuevo invento: “Carry Bessent”. Si suena a viejo, es porque lo es: vender dólares, hacer tasa en pesos y volver a dólares, la bicicleta de siempre… pero con chofer extranjero.
El tuit de Bessent del 10/10 trae, además, el hueso político: sostiene que las bandas cambiarias “siguen siendo adecuadas”, sugiere usar el swap como estabilizador preelectoral y deja flotando la gran pregunta de legalidad doméstica: si el acuerdo tiene tasa y condiciones, ¿debe pasar por el Congreso o lo salvan con otro DNU? En paralelo, el Fondo celebra pero repite el catecismo: acumulen reservas.
La versión global no ayuda a disimularlo. El País lo resume sin metáforas: “Estados Unidos confirma el inicio del rescate a Argentina con la compra de pesos” y un swap por US$20.000 millones para llegar con respirador a las legislativas. Si la nota parece escrita en tono de intervención extraordinaria, es porque lo es: Washington como proveedor de liquidez, árbitro de reglas y diseñador del humor del mercado. Milei, de paso, se sube a la foto y condecorá… a Caputo. En la película, el protagonista aplaude al extra.
¿Qué medidas tomó Bessent como virtual ministro? Primera: intervenir precios con compras de pesos para derrumbar cotizaciones paralelas y apuntalar bonos. Segunda: blindar el régimen de bandas hasta la elección, aunque el propio mercado ya descuenta que no sobrevive al escrutinio. Tercera: marcar la cancha geopolítica, deslizando que Milei “tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina” (hecho que fue desmentido por Francos), y que Estados Unidos “no pierde dinero” porque “hay que comprar barato y vender caro: el peso está subvaluado”. Es difícil sostener eso de que el peso está subvaluado y en el Mercado ya amenazan diciendo que van a comprar todos los dólares que Bessent ponga en la cancha. Si la macro argentina es un laboratorio, nuestro virtual ministro de economía norteamericano se presentó como el inversor estrella que, además, dicta el programa de la materia.
Otra medida, menos explícita pero crucial: poner condiciones de uso del swap. Viejos funcionarios del BCRA advierten que estos fondos difícilmente sean “de libre disponibilidad” para quemar en el mercado; más bien, un colchón para vencimientos (y un semáforo en rojo para la fuga). Si además se forzara la cancelación del swap en yuanes con China, la “gran noticia” podría diluirse en reservas brutas que no aumentan tanto como el comunicado sugiere. El estabilizador sería, entonces, más político que contable.
Ahora, la frase que desnuda la trama: “No queremos que Argentina sea un Estado fallido.” La dijo Bessent en Fox News. La intención era épica; el lapsus, revelador. Porque si Estados Unidos “evita” que te caigas al abismo con compras de pesos y un swap relámpago, está admitiendo que sin su intervención la Argentina libertaria venía con piloto automático hacia el paredón. Y no lo decimos nosotros: lo dijo él, con la candidez de quien cuenta una obviedad de mercado. Milei y Caputo lo hicieron: inventaron la “soberanía tercerizada”.
El capítulo de humor involuntario lo completa la aritmética. Bessent, el discípulo de George Soros, jura que el Exchange Stabilization Fund “nunca pierde”, que esto “no es un rescate”, y que compran barato para vender caro. Perfecto: si la tesis es “carry con garantías” made in USA, lo razonable es que a los argentinos nos toque el rol de subirse a la calesita mientras el dueño de la calesita cobra en dólares. “Carry Bessent” no es una metáfora: es un modelo de negocios con percepción de riesgo en pesos… y backstop en Washington.
¿Funciona? De corto plazo, sí: baja el dólar, suben bonos, respirás dos semanas y comprás tiempo político, clave en el mes de las elecciones. De mediano, volvemos al mismo dilema: si el tipo de cambio queda planchado, la demanda reprimida de dólares vuelve a morder; si lo soltás, el puente de Bessent se te convierte en tobogán. Y si para sostener el “orden” te piden alineamientos geopolíticos (China out), el costo para la economía real llega por la vía comercial y de inversiones. Es la versión financiera de “abrir la heladera para enfriar la casa”: refresca un ratito, sube la luz a fin de mes.
Cerramos con lo obvio: el “equipo económico instalado en EEUU” volvió con manual de uso: comprá pesos cuando haga falta, hablá de bandas “adecuadas”, prometé swap, y repetí que no hay rescate. Si el plan sale “bien”, el éxito será que el dólar no haga olas hasta el 26/10. Si sale “mal”, lo llamarán “shock exógeno”. En cualquier caso, que nadie se confunda: el ministro argentino firma, pero el policy mix lo escribe un estadounidense que ya avisó que no quiere un Estado fallido… y de paso, que el peso está baratísimo. Como ganga de outlet.