Este artículo no es un ataque a Axel Kicillof. Sigue siendo el principal precandidato del espacio para 2027. Es, apenas, un recordatorio de que algunas jugadas pueden lucir brillantes un rato pero complicar al movimiento en lo importante y que quizás sea mejor rever para la elección presidencial dentro de 2 años. La elección de ayer dejó señales: donde los oficialismos provinciales peronistas (o aliados) no desdoblaron, ganaron. Y ganaron bien.
En Catamarca, con Raúl Jalil al mando del PJ, Fuerza Patria Catamarca fue primera fuerza para Diputados: 45,5% contra 33,9% de LLA. Es un poroto nacional nítido en un distrito donde el peronismo gobierna desde 2019 y mantuvo cohesión territorial.
En La Pampa, con Sergio Ziliotto (PJ) al timón, la boleta local Frente Defendamos La Pampa también terminó arriba: 44,5% contra 43,6% de una LLA súperpoderosa. Sufrida, sí; perdida, no. Cuando la maquinaria territorial pampeana se mueve interconectado con lo nacional, aunque sea a media marcha, todavía alcanza.
En La Rioja, con Ricardo Quintela (PJ), la lista Federales Defendemos La Rioja se impuso por centésimas: 43,45% contra 43,37% de LLA. Fue foto-finish, pero la foto quedó del lado del oficialismo riojano. En Diputados entraron por la ventana… pero entraron.
En Tucumán, con Osvaldo Jaldo (PJ) aiado a Juan Manzur, Frente Tucumán Primero sacó pecho: 50,5% ante 35,1% de LLA. Cuando el peronismo tucumano se ordena, reparte. Y ayer repartió bancas sin despeinarse.
Caso especial: Santiago del Estero. El Frente Cívico de Gerardo Zamora (aliado estable de origen radical del peronismo nacional) barrió en todos los renglones y, además de gobernador nuevo (Elías Suárez), se quedó con 2 de las 3 bancas de Senador y fue primera fuerza en Diputados. La tercera banca de Senado fue para LLA, como manda la ley (2–1). Resultado global: hegemonía santiagueña confirmada, sin misterio.
Traducido a política simple: en las provincias peronistas o aliadas que no desdoblaron, el anclaje territorial —listas locales propias, sellos provinciales y gobernadores en ejercicio— funcionó como parapeto. Jalil, Ziliotto, Quintela, Jaldo y Zamora jugaron con lo que conocen: su sistema político. Y les alcanzó para ganar la categoría nacional que más duelen en los mapas de la TV.
Entonces, si en el interior peronista que no desdobló hubo saldo positivo, ¿por qué el peronismo bonaerense perdió tantos votos entre septiembre y octubre? Primera pista: falta de movilización. El triunfalismo post-primarias relajó caminatas, fiscales, WhatsApp de comité y traslado de abuelos. Con boleta única y menos arrastre, la diferencia la hacen las piernas. y en la campaña faltaron las piernas.
Segunda pista: aparatos municipales en punto muerto. Muchos intendentes cuidaron su quintita (concejales, ligas locales) más que la pelea nacional. Se notó en el conurbano chico y en el interior grande: menos timbreo, menos micro, menos remís de último minuto. La ingeniería de septiembre no se repitió en octubre y, en provincia de Buenos Aires, eso cuesta puntos.
Tercera pista: antiperonismo + “cipayismo” + miedo al caos. Los resultados del 7-S potenciaron estos sentimientos entre el votante opositor. Entre el operativo épica y la catarata de “si no ganamos se corta la ayuda”, hubo votantes que se quedaron en casa en septiembre y ayer salieron a “frenar al peronismo” o a “asegurar estabilidad”. Cuando Trump adelanta que “si no gana Milei no hay puente”, eso pesa más que cien spots; no porque sea cierto o justo, sino porque juega con la expectativa de dólar, trabajo y precios del lunes. El miedo es un gran movilizador (para el adversario, también).
Sumemos dos claves que ayer inclinaron la balanza en Buenos Aires y cierran el cuadro que veníamos contando. Primero, subió fuerte la participación respecto del 7 de septiembre y ese plus de votantes se volcó mayormente a LLA: en la provincial de septiembre, Fuerza Patria había sacado 3.820.119 votos frente a 2.723.710 de LLA; anoche, en la nacional, Fuerza Patria bjaó a 3.532.656, pero LLA trepó a 3.577.880 y le arrebató el primer lugar (41,44% vs 40,92%). O sea: si hubieran ido todos los que votaron a Fuerza Patria en septiembre se hubiera ganado por 300.000 votos y esa falta alcanzó para dar vuelta el resultado en la provincia que define el mapa.
Las tres razones de siempre cuando se pierde por poco y con el padrón caliente: menos movilización fina (el triunfalismo de septiembre relajó piernas, fiscales y remises), aparatos municipales más pendientes de su boleta local que de la nacional, y déficit de caras propias en el territorio (concejales/legisladores provinciales que el vecino reconozca y pueda llamar por su nombre). A eso se sumó el combo antiperonismo + “cipayismo” + miedo al caos profundizado tras los resultados del 7S: con el runrún de “orden o abismo” y la épica de ayuda externa condicionada, parte del electorado que en septiembre se quedó en casa salió a votar para “frenar”.
Con todo eso sobre la mesa, la conclusión necesita un retoque, no un borrón. El peronismo demostró que, donde gobierna y no desdobló, ganó bien con sello provincial y músculo local. Si Buenos Aires hubiera estado entre ellas quizás hubiera logrado un resultado provincial que se pareciera más al de septiembre que al de octubre, no sólo por movilización propia sino por relajación del adversario. Fue un golpe que pudo desestabilizar a Milei pero que un mes y medio después se encuentra con una victoria que le da oxígeno político, aunque no económico.
De acá a 2027, la tarea es menos épica y más artesanal: menos confianza en la ola eterna, más capilaridad, más nombres y apellidos en cada barrio, y propuestas claras que vuelvan a enamorar a quien sólo se mueve si le hablan de futuro. Y acá va nuestra cuota de porfiados: desde VEM acercamos el libro de Leandro Retta (se puede descargar gratis o comprar en físico) con 10 industrias estratégicas y un paquete de medidas concretas para otra Argentina. Porque si el peronismo quiere que el bono demográfico vuelva a votar esperanza y no miedo, tiene que mostrar proyecto todos los días, no sólo el domingo de elecciones.

