Duró lo que dura un suspiro en la city: un lunes de espuma y selfies, y el martes otra vez a mirar pantallas con gastritis. En menos de 24 horas, el cuento de hadas “ganamos, baja el dólar y vuelve la confianza” terminó con el billete tocando los 1.500 (sí, ya) y un rumor en voz alta: que Scott “Sugar Daddy” Bessent aflojó la manguera. Si el plan era comprarse unas semanitas de paz, salió promo 24 horas sin interés.
Los precios lo cantaron temprano: el oficial volvió a trepar y el blue y los financieros se pararon otra vez en la mesa de los grandes. Banco por banco, pantalla por pantalla, la calma post-electoral se esfumó y el mercado hizo lo que mejor hace: recordar que las bandas cambiarias son una idea hermosa siempre que alguien las sostenga con dólares de verdad. El registro de la mañana dejó oficial a la venta en torno a $1.495, blue $1.470, MEP $1.476 y CCL $1.484. La realidad se puso al día antes de que termine el primer café.
El timing fue quirúrgico: el mismo día que corría el rumor de menor intervención externa, Economía salió a sugerir que quiere mantener el esquema con un canje de deuda que “acomode” los próximos meses. Traducción al criollo: si hay que seguir financiando el sostén de la banda, que no venza todo junto. El mensaje político es “seguimos con esto”, el mensaje del mercado fue “seguimos mirando tu caja”.
¿Y el famoso operativo de “los dólares que nos cuidan”? Bessent blanqueó que el Tesoro de EE.UU. compró pesos en el CCL y en el spot. Lo repitieron medios grandes, lo celebró Caputo, lo aplaudió en silencio el 40% del país. Funciona mientras está la manguera abierta. Cuando el jardinerito se va a almorzar, el césped vuelve a ser Argentina.
El lunes eufórico había regalado un respiro en futuros: contratos a fin de mes cayendo y un techo de banda “tranquilizador” en pantalla. Martes: reality check. Lo que el mercado te da con la mano de la intervención, te lo cobra con la otra cuando intuye que el “put de Bessent” no es ilimitado. Si la banda depende del rumor del día, no es ancla, es placebo.
Mientras tanto, la política se saca fotos con los bancos. Vino JP Morgan, desfilaron funcionarios, se vendió la épica de que ahora sí “los grandes” apuestan por el modelo. Hermoso. Pero hay un pequeño detalle: el mismo artículo que te promete primavera también te explica que una apreciación rápida serviría para dar salida a las posiciones del Tesoro de EE.UU. ¿No era que venían para quedarse? ¿O venían para salir bien? El mercado no milita, arbitra.
El guion de fondo ya lo vimos: swap por USD 20.000 millones, repo en carpeta por otros USD 20.000, y un secretario del Tesoro que hace trading táctico en Buenos Aires como si fuera un martes cualquiera en Wall Street. Sí, es insólito. Sí, estabiliza un rato. No, no es un plan de crecimiento. Cuando el respirador suena muy fuerte, cuesta vender que el paciente “está bárbaro”.
La narrativa oficial va a insistir con que esto es normal, que “el mercado siempre prueba”, que “las bandas funcionan” y que “están cómodos” con estos niveles. El martes dejó otra lectura: la paz que compraron a billetazos dura lo que tarde en correrse el rumor de que la aspiradora de dólares baja una marcha. Si el sostén es político (y, además, externo), cada comunicado vale millones… o los quema.
El miércoles espera agazapado, con dulces sueños de dólares baratos.

