En Radio TFK, el programa de la Cooperativa Cultural Trafkintu de Bahía Blanca Juan Pedro Tunessi se sacó el traje de prosecretario parlamentario y se puso el de comentarista sincero (a veces demasiado). Arrancó leyendo la elección como un voto “con miedo al regreso del pasado” y, en ese marco, soltó la que será la frase del día: aunque está en las antípodas del kirchnerismo, “tuvo razón Cristina Kirchner” en advertir que el 7S activó la alarma de medio país que salió a votar para evitar el caos (sí, dijo “miedo”, y sí, lo dijo como radical que conoce el termómetro bonaerense).
Desde ahí clavó una comparación que pega fuerte en el prime time: pasamos “de un presidente punk” (campera, insulto fácil y metáfora escatológica) a uno “armonioso” que ahora habla de consensos como si fuese un líder europeo, dispuesto a canjear leyes por sillas en el gabinete (la épica anticasta, en pausa; la rosca, en oferta). La lectura es doble: la sociedad premió el orden macro, pero también castigó la anacronía opositora que se presentó “sin renovar nada” y con candidaturas que parecían pedir la jubilación anticipada de la creatividad.
Tunessi fue a la médula del 7S con una hipótesis que incomoda a todos por igual: la asomada al abismo no fue solo de los votantes. Fue también del Gobierno, que “fue a pedir salvataje desesperadamente” y recibió lo que Tunessi llama “el partido del balotage anticipado”: una ola anti-regreso que al mismo tiempo toleró “dos años de ajuste brutal” (sí, lo dijo así) a cambio de evitar el helicóptero como método de política económica. Los que creen que la gente no tiene memoria, anoten: el miedo todavía vota.
A la política concreta le dedicó una tanda sin anestesia. Si el oficialismo no tiene quórum propio, necesita acuerdos; si necesita acuerdos, debe abandonar la “batalla cultural estúpida” (sic) contra feminismos y diversidades; y si pretende una reforma laboral, que no sea “para quitar derechos”. Tunessi empuja lo que llama “política de ingresos”: sentar a la mesa salario, rentabilidad y qué pone cada cual.
El apartado sobre derechos humanos lo encontró sin matices: califica de “retroceso inadmisible” el negacionismo y recuerda algo que el radicalismo serio lleva tatuado desde Alfonsín: Memoria, Verdad y Justicia como política de Estado. En un país con pocos consensos firmes, romper el que sí existe es, para Tunessi, una provocación sin sentido que no se sostiene ni política ni moralmente (y menos en 2025, cuando cada nieto recuperado vuelve a ordenar el mapa de la identidad común).
También hubo geopolítica sin banderita importada. Pide “madurez” en relaciones exteriores: multilateralismo para negociar con todos (Estados Unidos, Europa, China) según intereses, no según devociones. Plantea una pregunta que vale para cualquier administración: ¿a cambio de qué llega el apoyo externo? No hace antiimperialismo vintage, pero sí reclama que las condiciones se conozcan (gobernabilidad no es sinónimo de secreto).
Cuando el tema giró a economía real, Tunessi volvió al territorio: sin dólares propios no hay salida, y sin un bloque productivo-exportador amplio tampoco. Por eso, celebró la presentación de 10 Industrias Estratégicas y destacó la necesidad de pensar un desarrollo que no deje a medio país mirando Vaca Muerta por televisión: industria textil, tecnología, agro con valor agregado y economía del conocimiento como esqueleto de una matriz que derrame empleo donde vive la gente (no donde hay un yacimiento).
En sintonía con eso, recordó que acompañó la presentación del libro en la Feria del Libro de Bahía Blanca y que la construcción de consensos también debe incluir una agenda de producción concreta, medible, exportadora y con federalismo real (porque sin dólares no hay libertad, hay deuda). La foto en la FILBB no fue pose: fue un anclaje programático que atraviesa su diagnóstico de la coyuntura.
Hubo autocrítica y palito para todos. A los gobernadores “dialoguistas” los acusó de improvisar un armado a último momento que no funcionó; a la oposición, de no ofrecer nada que capture el deseo de cambio (más allá del “frenemos a Milei”). Y al propio oficialismo le dejó una advertencia de manual institucional: si vas a pedir acuerdos, empezá por cumplir las leyes que el Congreso sanciona (negociar con una mano y desobedecer con la otra no es estrategia, es ruido).
En el fondo, su tesis es política y casi obvia, pero está bueno que la diga alguien que conoce todos los pasillos: sin acuerdos básicos, como Juan Pedro Tunessi: Argentina «no sale si el Gobierno interpreta el resultado como cheque en blanco. Se equivoca. Si lo lee como segunda oportunidad para moderar, tiene con quién hablar (y con qué pagar) pero deberá elegir: ¿orden institucional o épica de guerra permanente?»


