El Tesoro salió a la cancha, ofreció papeles y el mercado le contestó con un “hasta acá llegamos”. De un total de $11,4 billones que vencían, Economía consiguió renovar alrededor del 60% y colocó unos $6,9 billones. El resto (unos $4,5 billones) no vuelve a títulos, vuelve a la calle: liquidez fresca que este viernes se deposita en cuentas y fondos de money market con vocación de cobertura (traducción: si no hay tasa que enamore, mira de reojo al dólar). Los números no son opinables, están en las crónicas de la licitación: monto total, porcentaje de rollover y el efectivo que queda “sueltito”.
El relato oficial dice que esto es parte de un plan para “bajar tasas y reactivar el crédito”. El problema es el calendario: la reactivación no ocurre el jueves a la noche y la liquidez sí aparece el viernes a la mañana. Ahí se verá si la plata prefiere dormir en cauciones a rendimiento alto o si decide comprar tranquilidad en billete (MEP/CCL/lo que haya). Casi $5 billones es un monto demasiado grande como para no mover nada (aunque sea expectativas).
¿Qué rechazó el mercado? No rechazó al Gobierno (todavía), rechazó la idea de rollear todo en las condiciones ofrecidas. Aceptó lo que le cerraba en plazo y rendimiento y dejó el resto para mejor ocasión. Si usted quiere una definición más poética: el Tesoro cambió “ruido por liquidez” esperando que el amor llegue por la tasa; el mercado eligió “liquidez por si acaso”. La foto de la jornada queda inmortalizada en ese 57/60% de renovación que hoy suena a prudencia y mañana puede sonar a presión.
El timing no ayuda. Venimos de semanas en las que el Banco Central subió encajes y les dio a los bancos títulos del Tesoro para integrar (estrategia: absorber pesos sin romper el ecosistema). Con una licitación que deja $4,5 billones sueltos, bajar encajes en el corto plazo luce más difícil (y sostenerlos caros, más probable). O sea, para evitar que esos pesos se vayan al dólar, primero habrá que pagarles una tasa que compita con el dólar, cuando los rumores de devaluación no se disiparon tras la victoria del gobierno en las elecciones.
La banda cambiaria agrega suspenso (y un poquito de ironía). Si la liquidez empuja la demanda de cobertura y el tipo de cambio mayorista roza el techo, el BCRA se ve obligado a intervenir para mantenerlo a raya. El manual dice “defender la punta” y absorber lo que sobre; el mercado dice “si el Central compra o vende, me está dando precio y timing”. Resistir sin mostrar la mano es deporte olímpico; resistir con $4,5 billones en la vereda es competencia extrema.
Los apologistas de la “liquidez expansiva para crecer” dirán que esos pesos irán a crédito y consumo (ojalá). Pero la macro argentina tiene esa costumbre desagradable de convertir cualquier expansión en test de confianza. Si la confianza está arriba, la plata financia capital de trabajo; si está abajo, financia cobertura (y la cobertura se llama dólar). Por eso los operadores marcan el viernes como día D: se verá si el oficialismo logró convencer a los pesos de que sean patriotas por una semana más.
Los más optimistas leen en la baja renovación una jugada pos-electoral “controlada” (menos intereses mañana, más crédito privado pasado). Los menos optimistas recuerdan que la misma jugada puede terminar presionando el tipo de cambio justo cuando el Fondo te pide acumular reservas “ya” y como vimos en VEM el gobierno no lo está haciendo. Cuando todos tienen razón en su propio Excel, la realidad decide con la tasa y el blue. Usted elija su fe.
Para rematar el cuadro, el viernes tiene algo más que pesos: tiene titulares. “Se liberaron $4,5/$5 billones”, “la tasa sube/baja”, “el dólar prueba el techo”. No es solo liquidez la que se libera, es narrativa. Si el Gobierno logra absorber con instrumentos atractivos, habrá comprado tiempo (otra vez). Si la absorción falla, veremos el clásico desplazamiento a cobertura que la city conoce de memoria y que el ciudadano común ya detecta cuando los precios del súper cambian de números (aunque no tenga la menor idea de lo que es el pass through.

