Milei dice que baja impuestos porque son una forma de robo del Estado pero esta semana te los sube en la nafta. No es un chiste interno del equipo de comunicación, es el Boletín Oficial: desde el 1º de noviembre rige otra actualización del Impuesto a los Combustibles (ICL) y del impuesto al CO₂ que se traslada directo al surtidor. Sólo por impuestos y en valores aproximados, la súper suma $15,56 por litro y $0,95 por carbono; el gasoil agrega $12,64 por litro, más $1,44 por CO₂ y un diferencial de $6,84 en zonas patagónicas. Es decir: la motosierra no corta acá.
Para que no digan que fue “un tecnicismo”, vale recordar que ya venían aplicando y pateando tramos alternados de estos impuestos durante 2025: en octubre hubo un decreto que reprogramó incrementos anteriores, y ahora en noviembre llegó otra suba “parcial”. Parcial para el Boletín; total en tu ticket.
¿Y los precios en el pizarrón? Con este ajuste, en varias plazas del país la súper de YPF ronda $1.435–$1.460 y la premium se mueve cerca de $1.690–$1.730. El “no hay aumentos, hay sinceramientos” se ve clarito cuando te acercás al surtidor con la billetera.
La premisa oficial dice “bajamos impuestos” y es cierto si sos millonario o te pudiste sumar a la locura de las retenciones cero. La práctica: sube el impuesto a los combustibles, suben los combustibles, sube el costo logístico y vuelve a morder a la canasta básica en todas sus partes. Y sí, después los informes del INDEC te muestran que vivienda, agua, luz, gas y “otros combustibles” lideran el índice. El desierto de la macro no es una metáfora, es un recibo.
Hagamos la comparación que nadie quiere hacer en cadena nacional. Alberto Fernández asumió con la súper en torno a $53,34 en CABA y se fue con la referencia de YPF a $404 en diciembre de 2023: +657% en cuatro años, con congelamientos, Precios Justos y todo el pororó. Javier Milei agarró la posta con esa súper a $404 y, a noviembre de 2025, la tenés cerca de $1.435 en CABA: +255% acumulado en menos de dos años. Para tener domada a la inflación el aumento de la nafta se parece bastante a la del gobierno anterior, que tenía una inflación que viajaba al 17.000%.
“Pero bajó la inflación”, te dicen, como si el auto funcionara con PowerPoint. La nafta sube por impuestos y por estructura de costos y eso te respira en la nuca a la hora de remarcar fletes, alimentos y todo lo que viaja. La epopeya de bajar el IPC mensual, misión cada vez más difícil queda hermosa en la conferencia. El costo energético de la economía real no escucha conferencias.
Volvamos al punto: si prometés “menos impuestos”, no podés esconder que el ICL y el impuesto al carbono vienen recalculándose y aplicándose tramo a tramo, con postergaciones selectivas y reactivaciones oportunas. Es una ingeniería fiscal de baja intensidad que no hace ruido hasta que llega la noche del 1º y te cambia el precio.
Esto, además, no ocurre en el vacío. Las petroleras ya no informan cada microajuste en cadena, pero la serie de 2025 muestra subas mensuales en CABA entre julio y octubre (súper de $1.246 a $1.367, premium de $1.476 a $1.623, gasoil de $1.251 a $1.390). Agregale el impuesto y tenés el combo de noviembre. La narrativa del “Estado que no molesta” quedó en Twitter mientras en la caja del playero te cobran la versión premium sin ninguna molestia estatal.
Vamos con el pantallazo federal. Medios locales reportan que la súper ya bordea $1.460 y el diésel $1.640 en ciudades clave. El “sinceramiento” no entiende de códigos postales ni de slogans libertarios: es un precio. Y si el precio lo empuja un impuesto, no hay magia a la vista: lo paga el consumidor o lo paga el flete… y termina pagándolo el changuito.
La pregunta de fondo es política, no contable: ¿quién paga la baja de impuestos que vende el gobierno cuando al mismo tiempo sube los impuestos que usamos todos los días? Si el alivio fiscal queda en bienes y servicios que no tocás nunca, pero los impuestos “de humano de a pie” suben en silencio, lo único que bajan son las expectativas.

