Nadia Márquez es la cara visible del evangelismo en LLA

La brasileirización de la derecha argentina: los evangelistas llegan en patota al Congreso

Brasil ya mostró la película completa: una “bancada evangélica” con cientos de adhesiones formales y capacidad real de condicionar gobiernos. En 2025, la propia Cámara de Diputados brasileña promociona su Frente Parlamentaria Evangélica con liderazgo rotativo y agenda explícita, y hasta la agencia pública de noticias habla sin pudor de la “Bancada de la Biblia” como un actor con el que cualquier Planalto tiene que negociar sí o sí. Argentina no está ahí, pero el tráiler ya se proyecta en el recinto.

La novedad local es cuantitativa y, sobre todo, cualitativa: tras el 26-O, entran referentes de fe con identidad evangélica explícita y anclaje en La Libertad Avanza. La crónica de Letra P lo sintetiza sin vueltas: creció la representación religiosa, con la neuquina Nadia Márquez emergiendo como rostro visible (la que ilustra este artículo junto a Karina Milei) y una pregunta que empieza a flotar en los pasillos (¿nace una bancada religiosa o un subbloque bisagra en votaciones finas?). No son mayoría, pero ya son más que los troskos y le pelean a Pichetto.

Márquez condensa el fenómeno: pastora, discurso provida y pro-libertad religiosa, despliegue territorial en Neuquén y proyección nacional amarrada al oficialismo. Pesa tanto por lo que dice como por lo que puede ordenar cuando se discutan ESI, aborto, objeción de conciencia o educación confesional. De a poco, el púlpito aprende reglamento y el reglamento aprende a contar manos.

Sumaron banca propia y sello confesional. La foto corta del 26-O muestra a Nadia Márquez (Neuquén) dando el salto de Diputados (2023) al Senado por La Libertad Avanza. En Diputados, a Mónica Becerra (San Luis), Maira Frías (Chubut), Miguel Rodríguez (Tierra del Fuego), Gastón Riesco (Neuquén) y Soledad Mondaca (Neuquén) como los cinco nuevos nombres evangélicos del oficialismo. Todos ingresan en 2025 bajo la boleta de LLA y con arraigo explícito en comunidades de fe provinciales.

A ese núcleo 2025 se le suma el antecedente de Santiago Pauli, diputado fueguino electo en 2023 (hoy en el interbloque oficialista), que funcionó de “punta de lanza” del evangelismo libertario en la Cámara baja. Y, en el “arco díscolo”, aparece Lourdes Arrieta (Mendoza), también electa en 2023, que rompió con LLA en 2024 y más tarde armó el minibloque “Coherencia” como espacio liberal-conservador propio: una movida que muestra que la identidad religiosa no siempre se traduce en disciplina con el bloque oficialista, pero sí en agenda y visibilidad.

El espejo brasileño no sirve solo para exagerar, sino para medir. Mientras allá la Frente Parlamentaria Evangélica se presenta como una de las mayores del Congreso —con presidencias, listas de adherentes y poder de agenda—, acá la “patota” todavía cabe en una foto de 8 miembros, pero ya juega a la política grande: define relatos, se ofrece como llave en temas culturales y empieza a tejer alianzas por afuera del nicho moral. Esa es la brasileirización que importa: organización, caja, cuadros y método.

El sustrato social acompaña. La segunda encuesta nacional de creencias del CEIL-CONICET mostró en 2019 que los evangélicos ya eran el 15,3% del país, con crecimiento sostenido y concentración territorial heterogénea. La política tardó en leer esa curva y hoy llega tarde, como llega tarde a casi todo: cuando el voto ya encontró catequista, templo y candidato, que siempre es de derecha. Si el termómetro social se mueve así, el termómetro parlamentario lo seguirá más temprano que tarde.

Que entren “en patota” no significa que voten siempre igual, pero sí que tienen libreto común en asuntos sensibles y un ecosistema regional donde mirarse: foros, think-tanks, CPACs y manuales que viajan de pulpito en pulpito. En ese circuito, la derecha argentina encontró un amplificador y las iglesias, un atajo organizativo. El resultado es un híbrido: fe con planilla Excel, discurso de valores con ingeniería de votos.

La pregunta incómoda es si el resto del sistema va a disputar ese electorado o a regalarlo por prejuicio. Porque mientras se discute si “conviene” hablarle a los creyentes, los creyentes ya encontraron quién les prometa política pública a medida: libertad de enseñanza, exenciones, financiamiento, horarios, contenidos. La brasileirización no es tener a Bolsonaro; es tener una red que haga innecesario a Bolsonaro.

En términos culturales, ya nos contamos la historia antes de vivirla: El Reino puso en la pantalla la hipótesis del pastor presidencial y normalizó la idea de iglesias como plataforma partidaria. La ficción exagera y a veces se equivoca, pero funciona como espejo: si la sociedad acepta esa trama como verosímil, la política lo nota. Y cuando la política lo nota, al poco tiempo aparece la ley que lo confirma.

¿Es “en masa”? En proporción al Congreso, todavía no. ¿Es tendencia? Sí, y con nombre propio. Si Brasil enseña que la fuerza está en la coordinación, Argentina entra a la fase en que unas pocas bancas bien ordenadas pueden inclinar tableros enteros. No hace falta un aluvión de sotanas: alcanza con un bloque de WhatsApp disciplinado y un temario que conmueva a la base.

Lo que viene no se dirime en una sesión sino en dos o tres años: o la derecha religiosa se consolida como bancada con presupuesto, formación de cuadros y aparato comunicacional (a la brasileña), o queda como aditamento pintoresco de una ola libertaria que pase. Por ahora, el Congreso ya tomó nota: la patota llegó, pide turno en el micrófono y aprendió que los milagros se votan a mano alzada. Para 2027, si siguen con esta tendencia ya pueden tener más de una docena de diputados y un par de senadores.

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Leandro Retta