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Argentina no impugna la doble designación Malvinas/Falkland en cumbre CELAC-UE

En Santa Marta hubo sol, playa y una novedad diplomática con arena adentro: la declaración conjunta de la CELAC-UE 2025 volvió a la fórmula “Islas Malvinas/Falkland Islands”. El texto dice que la Unión Europea (UE) “toma nota de la posición histórica de la CELAC”, pero lo hace con doble denominación. Y Argentina no la objetó. A los que en 2023 festejaron que, al menos en la versión española, figurara sólo “Islas Malvinas”, les toca ahora practicar respiración diafragmática.

La comparación es cruel pero informativa: en 2023, con Argentina muy activa en la Presidencia Pro Témpore (PPT) de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la versión en español de la declaración UE-CELAC mencionó “Islas Malvinas” a secas, hito que motivó bravuconadas británicas y réplicas locales. En 2025, el péndulo volvió a la doble fórmula. ¿Cambio jurídico? No. ¿Señal política y simbólica? Sí, y en diplomacia las palabras son geopolítica con comillas.

El ex canciller Santiago Cafiero, artífice clave de la victoria de 2023 aprovechando el brexit europeo, lo marcó con foto comparativa: “en 2025 volvemos a ‘Falkland Islands’”. El subrayado es menos por el párrafo en sí (que mantiene el clásico “la UE toma nota…”) que por el retroceso en nomenclatura entre una cumbre y la otra. Cuando la región se alineó en 2023, Argentina capitalizó. Cuando la región volvió a la ambigüedad en 2025, Argentina no forzó el pliego.

Y acá viene la parte más jugosa. Mientras no impugnó “Falkland Islands”, el Gobierno sí se disoció de otros puntos sustantivos del documento: la defensa de América Latina y el Caribe como “zona de paz” (mientras EEUU invade de barcos militares las costas del Caribe Sur), los llamados a favorecer un proceso de paz en Gaza, los compromisos de regular la IA y combatir la desinformación y los discursos de odio, además de todas las menciones a “género”. En resumen: con Malvinas hubo tolerancia simbólica mientras que con derechos y controles hay alergia programática.

Para quien no sigue estas cumbres con mate y resaltador, “disociarse” es un modo elegante de decir “no suscribo ese punto, pero no rompo el consenso del resto”. La declaración 2025 enumeró agendas de democracia digital, IA, paz y multilateralismo. la Argentina libertaria dejó su nota al pie en varios de esos capítulos, coherente con su manual doméstico y su relación de dependencia absoluta hacia Estados Unidos. Selección de batallas: “Falkland Islands”, ok. Algoritmos y violencia de género, paso.

El contraste es todavía más nítido si se mira el conjunto del texto. Santa Marta produjo un catalogazo birregional sobre Consejo de Seguridad, clima, drogas, Ucrania y Gaza, con chisporroteos a Estados Unidos e Israel en tono indirecto. Venezuela ni firmó (se bajó entera del documento) y otros países se disociaron de partes. Argentina eligió ese club: el de los que firman pero ponen reparos en derechos y controles.

Si el objetivo era mostrar firmeza, la señal termina paradójicamente donde menos convenía a su propio relato: en Malvinas, el Gobierno no litigó la semántica (dejando pasar la doble denominación), mientras que en IA, discursos de odio o género, que son políticas públicas concretas, hizo sonar el silbato. La épica soberanista se quedó en la playa. A esta altura queda claro que la entrega de Malvinas es parte de su ideología.

Que la nomenclatura importa lo sabe cualquiera que haya pasado por cancillería o por un model UN. En 2023 la comunicación oficial argentina explotó la redacción para marcar “logro político”. En 2025, el Gobierno optó por no escalar la discusión (y por disociarse en otros temas). No es traición a la patria ni “entrega”, pero sí una priorización distinta que Cafiero y varios diplomáticos señalan como pérdida de posición regional.

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Leandro Retta