fracasó la colocación de deuda y se complica el pago de los vencimientos de enero

Pese a las promesas de Caputo, la vuelta a los mercados terminó con una tasa de casi el 10% y un monto menor al esperado

Lo vendieron como el gran regreso, el histórico retorno de Argentina a los mercados internacionales de los que estuvo ausente por casi ocho años. El ministro Luis “Toto” Caputo fue ajustando el discurso: primero habló de una tasa en torno al 6,5%, después bajó la expectativa a “menos del 9%”. La realidad, como suele pasar, fue menos amable con el relato oficial. El nuevo Bonar 2029 se colocó finalmente a una Tasa Nominal Anual del 9,26%, que en términos efectivos supera el 9,4%. Para colmo, el monto conseguido fue de u$s1.000 millones, muy por debajo de los más de u$s2.000 millones que se rumoreaba que se necesitaban, dejando un sabor a poco y una señal cruda sobre la confianza que el mercado le tiene a este gobierno.

El detalle no es menor: de esos u$s1.000 millones nominales, al colocarse a un precio de u$s91 por cada u$s100, el Tesoro Nacional recibió en realidad u$s910 millones netos. Una cifra que, lejos de ser un espaldarazo, apenas alcanza para rascar la superficie de los compromisos que se vienen. El propio comunicado del Ministerio de Economía admitió que estos fondos se usarán para el pago de los Bonares 2029 y 2030 el próximo 9 de enero. Esos vencimientos suman u$s4.200 millones. La matemática es simple y brutal: esta “exitosa” colocación cubre menos de un cuarto de lo que hay que pagar en apenas un mes y la estrategia de no acumular reservas empieza a hacer agua.

La lectura del mercado, lejos de la euforia oficial, fue de realismo frío. Analistas consultados por iProfesional hablaron de un “sabor semiamargo”, señalando que la sobreoferta de u$s400 millones fue “razonable, pero no holgada” y que la tasa lograda “está lejos de validar una narrativa de financiamiento barato”. Más contundente fue la visión de Christian Buteler, quien en redes sociales remarcó la comparación incómoda: “Hace una semana la provincia de Santa Fe había colocado u$s800 millones a 9 años con tasa de 8.375% y en noviembre la Ciudad de Buenos Aires había colocado u$s600 millones al 7.8% a 7 años de plazo. El gobierno colocó nada más que u$s1.000 millones a 4 años y pagó 9.26%”. La foto es clara: las provincias, con gestiones de otro color político, consiguen financiamiento más barato y a plazos más largos que la Nación. ¿Quién le tiene más confianza al mercado?

Detrás de este resultado hay otra verdad incómoda que el relato oficial intenta esconder. Como anticiparon varios medios, esta no fue una llegada triunfal de capitales extranjeros. La operación dependió crucialmente de incentivos y presión sobre actores locales. El gobierno habilitó a aseguradoras a usar dólares de recientes emisiones corporativas para comprar el bono, les ofreció mejorar rendimientos de viejos títulos y hasta prometió a los bancos una baja de encajes a cambio de su participación. Fue, en esencia, una reconfiguración interna de dólares ya existentes en el sistema financiero, no una entrada fresca de capital externo. La puerta al mundo se abrió apenas un resquicio, y por ella pasaron casi los mismos de siempre. Algunos hablan despectivamente de «argendólares».

Este manotazo de ahogado tiene un contexto inmediato aterrador: un enero caliente. Con reservas netas negativas en torno a los u$s16.000 millones, el gobierno enfrenta la necesidad de encontrar más de u$s3.000 millones adicionales para cumplir con los vencimientos de enero, sumados a los u$s1.180 millones de los Bonares. La estrategia de Caputo de desafiar al FMI y no acumular reservas parece haber chocado contra un muro. Tanto es así que en los últimos días el Tesoro volvió a intervenir comprando dólares en el mercado oficial, una señal de que el plan A fracasó y están recurriendo al plan B (o C) para intentar juntar divisas.

Entonces, ¿triunfo o fracaso? El gobierno celebra haber colocado deuda después de ocho años. El mercado, con la frialdad de quien pone la plata, le respondió con una tasa casi del 10% y un monto limitado. Le dio lo justo para no caer ahora, pero le cobró caro por la desconfianza y le recordó que, en este casino, las promesas y los relatos no pagan cupones. La verdadera prueba no fue colocar un bono: será pagarlo. Y con la cuenta de enero a la vista, esa prueba acaba de empezar.

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Leandro Retta