Después de los fallidos intentos de relanzar la campaña en Lomas de Zamora y Moreno, Javier Milei vuelve el viernes a su refugio electoral: Córdoba. No es una peregrinación cualquiera; es el regreso al “kilómetro cero” de su épica, cuando la marea libertaria todavía llenaba plazas sin demasiado esfuerzo y el relato bastaba para mover multitudes. Había un detalle: eran oposición y no oficialismo como ahora.
La apuesta es simple y brutal: si Córdoba todavía vibra con Milei, lo mostrará en la escala del acto. Si no, la imagen de debilidad quedará clavada a una semana que ya venía torcida. En el comando libertario lo entienden como una prueba de stress de la marca, con la provincia que más le rindió convertida en termómetro de entusiasmo, organización y caja de resonancia.
El contexto no ayuda. Los actos bonaerenses salieron chicos, desordenados y sin narrativa; la cadena nacional con promesas de fin de tormenta no logró clavar la agenda; y el Congreso encadenó tropiezos al oficialismo que opacaron la épica del ajuste. Entre el ruido macro y el desgaste político, el viaje a Córdoba se volvió necesidad: hace falta una foto que ordene.
Milei sabe que si no hace un acto considerable su campaña entra en crisis terminal. No se trata solo de estética: sin músculo visible, el mensaje pierde credibilidad ante militantes, financistas y aliados, y la oposición consigue un frame perfecto para hablar de “fin de ciclo” antes de tiempo. El clímax del viernes decidirá si el relato aguanta otra vuelta.
También hay logística fina. Córdoba exige coordinación con intendentes, policía y un dispositivo territorial que los libertarios no siempre dominan. El riesgo de sobreactuar el volumen y fracasar en la convocatoria pesa tanto como el de subestimar el operativo y quedarse corto. La ciudad espera una demostración, no un acto “de salón” con cámaras cuidadas.
Y a todo esto, los vínculos se ensuciaron con dos aliados que hasta hace nada eran incondicionales: Rodrigo de Loredo y Luis Juez. Entre pases de factura, roces por armados locales y diferencias sobre el tono contra el Congreso, la mesa cordobesa ya no es una autopista. Sin ese respaldo pleno, el operativo se complica y la foto del poder se achica.
En lo comunicacional, el oficialismo buscará blindar la jornada con una narrativa de “vuelta a las fuentes”: libertad, anti casta y promesa de crecimiento. El problema es que la economía no acompaña ese guion y el Congreso tampoco; por eso el plano abierto de una plaza llena valdría más que cien consignas. Sin esa imagen, el sábado será de explicaciones.
Córdoba le dio a Milei la legitimidad de origen de su proyecto. Ahora le pide una prueba de supervivencia. Si llena, compra tiempo y oxígeno para encarar la recta final; si no, quedará instalado que el fenómeno que conquistó la provincia ya no convoca como antes. Para un candidato que hizo de la épica su capital, esa diferencia es la frontera entre remontar o desinflarse.