Con Cecilia Pando en la Derecha Fest

¿Cuáles son los dos represores que Patricia Bullrich quiere homenajear?

En La Derecha Fest, con Cecilia Pando pegada a ella, Patricia Bullrich volvió a su zona de confort: elogiar la “tradición” represiva de la Policía Federal y prometer restauraciones simbólicas. No fue un lapsus de sobremesa, fue un programa político que ya empezó a ejecutar desde el ministerio: devolverle a las escuelas de la PFA los nombres de dos viejos emblemas de mano dura. Así se vio en el acto por la Semana de la PFA y en la propia cobertura oficial del Gobierno, que detalló el rescate nominal como si fuera una política pública de seguridad.

afiche de la derecha fest donde bullrich homenajea represores

Esos homenajes no son abstractos: Bullrich anunció que la Escuela de Cadetes volverá a llamarse “Coronel Ramón L. Falcón” y que la Escuela de Suboficiales llevará el nombre del comisario Alberto Villar. El contexto, dicho sea de paso, fue un fin de semana en el que Bullrich posó sonriente con Pando, conocida activista por la libertad de represores, tras participar como oradora principal en La Derecha Fest. Todo muy sutil.

¿Quién fue Ramón Lorenzo Falcón? Coronel, jefe de la Policía de la Capital a comienzos del siglo XX, recordado por su “mano de hierro” contra huelgas y movilizaciones obreras. El 1º de mayo de 1909, en la llamada Semana Roja, la policía a su mando reprimió a tiros en Plaza Lorea dejando muertos y decenas de heridos; meses después sería asesinado por el anarquista Simón Radowitzky. Esa es la “tradición” que se repone en la marquesina de la escuela de cadetes. Un sangriento buscador del orden que es asesinado por la subversión del momento.

Para Ramón L. Falcón, además de la masacre del 1º de mayo, su gestión quedó marcada por la represión del conflicto de inquilinos de 1907, cuando ordenó desalojos masivos y la represión con mangueras de agua helada a familias obreras —mujeres y niños incluidos— que protestaban por los aumentos de alquileres. Tras la matanza de Plaza Lorea, cerró locales sindicales y dispuso detenciones de dirigentes; incluso desde los canales oficiales de entonces se difundió la versión conspirativa de un supuesto “complot ruso-judaico” para justificar la violencia estatal. Todo ese repertorio habla de una jefatura que eligió el escarmiento público como método de gobierno del conflicto social.

¿Y Alberto Villar? Subjefe y luego jefe de la Policía Federal en 1974, contemporáneo de José López Rega y señalado por múltiples investigaciones históricas como uno de los organizadores de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), el aparato paraestatal que persiguió, secuestró y asesinó militantes en la antesala del terrorismo de Estado de 1976. Villar murió en 1974 en un atentado de Montoneros, pero su legado institucional quedó asociado a la represión ilegal. Que su nombre regrese a una escuela policial no es un homenaje inocente.

Para Alberto Villar, su breve jefatura de la PFA en 1974 se inscribe en el clima de violencia paraestatal previo al golpe: múltiples investigaciones lo vinculan a la organización y amparo de la Triple A, engranaje central de persecución y asesinatos de militantes, obreros y estudiantes. Designado por Perón con la misión explícita de “luchar contra la guerrilla”, murió ese mismo año en una bomba colocada en una lancha en el Tigre; su nombre quedó asociado a una policía que borra fronteras entre represión legal e ilegal. Reponerlo en una escuela policial no es neutral: canoniza una línea de “seguridad” que habilitó la violencia clandestina.

No es la primera vez que se discute qué héroes cuelga la Federal en su hall. En 2011, la ministra Nilda Garré había descolgado a Falcón, Villar y Cesáreo Cardozo y renombrado los tres institutos formativos con referentes democráticos (Pirker, O’Gorman y Fentanes), en sintonía con cambios curriculares. La medida se explicó entonces con una frase simple: formar policías para la democracia no es compatible con homenajear símbolos de la represión. Doce años después, el péndulo vuelve hacia el bronce equivocado.

El operativo “restauración” no viaja solo: Bullrich lo arma con escenografía. La presencia de Pando (emblemática militante por la impunidad de condenados por delitos de lesa humanidad y rival interna de Victoria Villarruel) fue la postal más explícita del fin de semana, aunque pasó por abajo del radar de los medios. En La Derecha Fest: Bullrich radicalizada, Pando de escolta, y una reivindicación de la “historia” represiva de la PFA presentada como virtud. Para que no queden dudas de qué memoria se quiere enseñar en la entrada de las aulas.

Que nadie diga que se trata de un debate arqueológico. Falcón es el nombre de la Semana Roja y la represión a los trabajadores; Villar, el del puente entre la policía formal y la violencia paraestatal de los setenta. Reponerlos no es “neutral”: es un mensaje pedagógico hacia adentro de la fuerza y un posicionamiento político hacia afuera. Por eso el anuncio oficial no habla de historia, habla de “valores de la institución” y “modernización” como si colgar esas placas fuera parte de un plan de seguridad del siglo XXI.

En resumen: los dos “homenajeados” que Bullrich quiere volver a poner en letras doradas son Ramón L. Falcón, jefe de policía asociado a la represión sangrienta de 1909, y Alberto Villar, jefe policial de 1974 vinculado a la Triple A. El anuncio se hizo en clave de “restauración” y se enmarca en un fin de semana político compartido con Cecilia Pando. No se trata de historia: se trata de qué policía quiere formar el gobierno y a quiénes les rinde honores cuando hablan de “orden”.

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Leandro Retta