Arranquemos por la vidriera: tras el poco disimulado interés norteamericano, podemos decir que el uranio se vende como yellowcake (U₃O₈) y el spot ronda los USD 82 por libra, es decir unos USD 182 por kilo de U₃O₈. Como ese concentrado tiene cerca de 84,8% de uranio, el valor por kilo de uranio contenido queda en torno a USD 214. Resultado rápido: una tonelada son ~USD 214.000 antes de flete y papelerío. Mucho para la gacetilla y poco para una economía que mastica billetes a la velocidad de la luz.
Para tomar dimensión: cuando al Gobierno se le mueve el piso, el BCRA llegó a vender USD 678 millones en un solo día para calmar el dólar. A ese ritmo, la tonelada “estrella” del yellowcake cubre 0,03% de la intervención, o cronometrado, unos 27 segundos de una jornada volátil. La épica termina antes de que termines este párrafo.
Ahora, en lugar de exportar polvo, usemos la tonelada adentro de una central que ya existe: Atucha II. Es un PHWR de 693 MWe netos, con 2.160 MW térmicos. Su física es pública y aburrida, por eso es confiable. Con los parámetros típicos del ciclo, 1 tonelada de uranio que se quema ahí entrega del orden de ~53,8 GWh eléctricos útiles. Hasta acá no hay poesía: hay datos.
Para que el ejercicio sea claro y político, partimos esa energía en dos mitades: 50% para hospitales y 50% para fábricas. La primera mitad son ~26,9 GWh dedicados a salud. Un hospital de 200 camas consume alrededor de 5,84 GWh al año (≈ 29.200 kWh por cama). Con esa reserva, se pueden sostener unos 4 hospitales y medio de 200 camas durante un año. Esto no es un eslogan: es iluminación, quirófanos, frío, bombas y guardias abiertas con números que cualquiera puede revisar.
La otra mitad son ~26,9 GWh para producción. ¿Cuántas fábricas promedio equivale eso? Usemos un estándar industrial sobrio: la intensidad eléctrica media de manufactura ronda 95 kWh por pie² al año según la EIA. Una planta promedio de unos 4.650 m² consume ~4,75 GWh anuales. Con nuestros 26,9 GWh, alcanzás para hacer funcionar alrededor de 5 a 6 fábricas de ese tamaño durante un año. No estamos “contando galpones”, estamos contando turnos, soldadoras, inyectoras y líneas encendidas.
Se puede ver la asimetría: vender la tonelada “a Trump” te deja USD 214.000 y una palmadita ideológica. Usarla en Atucha te deja 4 hospitales y medio a todo vapor y 5–6 fábricas promedio produciendo durante doce meses. Uno es un ingreso que se evapora en segundos; lo otro es capacidad que se queda a vivir en la economía real,que mejora la vida de los ciudadanos y crea millones en ingresos indirectos.
Acá entra la quinta de las 10 Industrias Estratégicas. Si el Congreso crea por ley el Instituto Nuclear Argentino (INA), con financiamiento estable y autarquía, pasamos de la aritmética del parche a la planificación de flota: una central grande y SMR en fase inicial, más otra tanda después. No es un bronce nuevo para colgar; es una forma de convertir toneladas finitas en TWh que hacen girar camas, máquinas y empleo calificado acá. (Y sí, esto también baja importaciones de combustibles y volatilidad tarifaria, dos viejos conocidos).
La comparación es brutal porque ordena prioridades. USD 214.000 de exportación equivalen a segundos de “paz cambiaria”; 53,8 GWh adentro equivalen a hospitales funcionando y fábricas produciendo. Las 10IE proponen dejar de medir desarrollo en dólares por segundo y volver a medirlo en camas encendidas y turnos industriales sostenidos.
Si querés seguir el hilo, el libro “10 Industrias Estratégicas” está gratis en la web y la edición física se pide por mail a hola@trafkintu.com.ar Ahí está, sin humo, el mapa para que el INA transforme yellowcake en potencia y la potencia en derechos y trabajo. Y que esta vez dure más que 27 segundos.

