Espert Javier Milei Karina 3%

El campo minado que le espera al gobierno de Milei de acá a las elecciones

Por Demian González

Quedan semanas largas y cortas a la vez: largas por la lista de minas activas; cortas porque cada dato y cada sesión cuenta. Desde hoy hasta el martes, el “veranito” cambiario lo sostienen los dólares de la ventana de retenciones cero: el cupo de USD 7.000 millones se liquidó en tres días, mayormente por cinco grandes exportadoras, y mientras ese flujo gotea el oficial aguanta. El martes se apaga la canilla y vuelve la presión: si el Gobierno no inventa otro dique, el MEP/CCL van a buscar nuevo techo y el Banco Central deberá elegir entre dejar deslizar o apretar más el torniquete. La señal ya llegó: reinstalaron el cepo cruzado de 90 días para quien compra oficial y quiere operar financieros, un clásico de control de daños que frena rulos pero no expectativas y que, otra vez, escupe el manual libertario

El problema de fondo es que no pueden repetir la retención cero sin pagar costo político afuera y adentro. Afuera, porque el “rescate” para Milei encendió a la base agrícola republicana: senadores como Chuck Grassley ya preguntan por qué EE.UU. debería “salvar” a un país que compite por el mayor mercado sojero, y en Washington varios ven con malos ojos cualquier jugada que abarate la oferta argentina cuando sus farmers están enojados. Adentro, porque el campo mediano quedó mordiendo bronca: el cupo se lo llevaron los grandes y la vena anti-“premio a exportadoras” quedó a flor de piel. Scott Bessent podrá prometer apoyo dialéctico, pero no quiere una guerra con su propia base rural ni agravar el frente doméstico de Trump.

En el Congreso, la campaña sigue dentro del recinto. Diputados ya le volteó los vetos al financiamiento universitario y al Garrahan, y ahora el Senado prepara su propia jugada para convalidar esas leyes. Si la oposición suma los dos tercios, Milei tendrá que asumir los costos: o promulga lo que combatió o inventa otra salida reñida con la ley. A la par, las comisiones calientan motores: citaciones a funcionarios —con el nombre de Karina Milei sobrevolando—, intentos de dictamen y sesiones especiales que le marcan la agenda al Ejecutivo. En un Congreso en ordinarias hasta fin de noviembre, los números le son esquivos al oficialismo y la tentación de nuevos vetos podría volver a escena, con riesgo de otro boomerang parlamentario.

El capítulo Espert le agrega pólvora al debate del Presupuesto 2026. No es un diputado más: es el presidente de la Comisión de Presupuesto, y en plena discusión aparecieron documentos de una causa en Texas que lo señalan como receptor de USD 200.000 de Federico “Fred” Machado, empresario acusado por narcotráfico y fraude. Sobre lo que antes habían sospechas, ahora hay registros contables, notas y denuncias que empujan a la oposición a pedir su apartamiento. ¿Quién conduce la “ley de leyes” si el titular de Presupuesto está bajo sospecha? La escena se vende sola para la tribuna: del “fin de la casta” al “narco-presupuesto” hay un par de firmas y un expediente.

En la calle, el 17 de octubre promete mostrar la asimetría de músculo: la oposición tiene capacidad de movilización masiva y antecedentes recientes de paros generales; el oficialismo, en sus mejores tardes, no supera algunas miles de personas. La foto a una semana de votar pesa en clima y encuestas: si las plazas explotan, el relato del “cambio imparable” suena a eco. La CGT y las CTA ya probaron que pueden parar y llenar avenidas; el 17-O es su Superclásico simbólico.

Las estadísticas también vienen con cronómetro. El IPC de septiembre será el último golpe al mentón antes de las urnas: en agosto dio 1,9% y el Gobierno lo exhibe como certificado de desaceleración; si septiembre repunta (como indican algunos estudios), el supermercado hablará más fuerte que cualquier cadena nacional. INDEC publica a mitad de mes, como siempre, y esa lámina del PowerPoint define ánimo de mercado y bolsillo. El primer jueves del mes llega el REM del BCRA: si las expectativas de inflación/dólar se recalientan, el “efecto anuncio” se habrá acabado. Son PDFs con consecuencias.

Mientras tanto, los mercados ya tiraron el spoiler: subió el riesgo país, cayeron los bonos y reapareció el cepo cruzado, que quemó los libros libertarios y la autoregulación del mercado. Con el dólar oficial contenido por el remanente de liquidaciones, el resto de las cotizaciones ensayan altura. La pregunta central del martes no es filosófica: ¿qué plan B hay cuando el último grano de la ventana a cero ya se convirtió en nada? Si la respuesta es más controles, el blue y los financieros lo van a oler; si es un nuevo parche, habrá que ver cuántas horas dura el veranito.

El Gobierno todavía puede tener un par de buenas: una baja inesperada del IPC, un REM menos pesimista o algún gesto concreto desde Washington que no sea solo foto y tuit impreso. Pero, incluso con eso, la campaña viene peluda para LLA: el dólar volverá a ser tema, el Congreso tiene agenda propia y la calle no se apagó. Si algo aprendimos estas semanas es que los efectos especiales duran poco y los fundamentos políticos y económicos siempre vuelven a escena.

En resumen, de acá a las elecciones el oficialismo camina sobre un campo minado que él mismo ayudó a sembrar: controles que regresan, parches que duran lo que un fin de semana, un Parlamento con apetito de contrapeso, un presidente de Presupuesto con un caso incómodo, una oposición con calle y un calendario estadístico sin piedad. Si todo sale perfecto, llegan a la elección con el dólar contenido y algunos titulares favorables; si una sola mina explota en el orden equivocado, la campaña se transforma en evacuación. El martes empieza la parte más difícil.