no comprar dólares para que no suba el dólar y la inflación o caer en riesgo de default

El gobierno enfrenta al FMI y no compra reservas para no subir el valor del dólar

El Fondo Monetario pidió lo obvio en lenguaje diplomático, como viene haciendo desde que se firmó el acuerdo: “acumulen reservas ya”. La respuesta oficial de este último pedido fue un “sí, pero dentro de un par de meses”, que en criollo suena a “cuando el mercado me deje”. No es una pelea ideológica: es un tironeo entre la lógica del programa y la de la banda cambiaria. Si el Banco Central sale a comprar fuerte hoy, empuja el tipo de cambio hacia el techo y alimenta el pass-through que la propia hoja de ruta promete bajar. Por eso el Gobierno estira los tiempos, aun con el Fondo mirando el reloj.

La aritmética que enoja al FMI es bien terrenal: para cumplir la meta anual, Economía debería sumar entre 7.000 y 8.500 millones de dólares en lo que queda del año. Hacerlo de golpe dispararía la demanda oficial de divisas y reventaría el techo de la banda, encareciendo importaciones y reavivando expectativas. Porque así como venden reservas baja el dólar, comprarlas lo sube. La señal que transmitió el BCRA a inversores fue transparente: el ciclo fuerte de compras lo ven más para 2026 que para este trimestre. Es una herejía para Washington, pero es consistente con la obsesión de no recalentar el dólar ahora.

El FMI, que además aflojó la vara de reservas para 2025 tras la primera revisión en otro síntoma de complicidad con el gobierno libertario, insiste igual en el “rebuild” como ancla del programa. La revisión de agosto blanqueó que se falló la meta intermedia justamente porque la autoridad monetaria priorizó “price discovery y desinflación” sobre acumulación. En castellano, prefirió no convalidar compras que empujaran el tipo de cambio. La tensión está escrita en el propio parte de prensa del Fondo: celebrar la desinflación, exigir reservas y aceptar que, por ahora, no se pueden tener las dos cosas a la vez.

El corsé operativo es la banda. Desde el 11 de abril, el esquema de piso y techo ordena la micro de cada jornada: si el BCRA sale a barrer dólares cerca del techo, agota margen y manda una señal alcista que al día siguiente cobra con intereses. Evitar “comprar caro” es, entonces, parte del guion. La paradoja es que el Fondo necesita ver compras “ya” para sostener la credibilidad del programa, y el Central necesita no comprar “ya” para sostener la credibilidad del ancla cambiaria. Bienvenidos al equilibrio inestable donde el gobierno tendrá que elegir entre la inflación y el default. Porque sin reservas, el riesgo de default aumenta considerablemente.

En el medio está la cifra fetiche: 8.000 millones. No aparece por arte de magia, sino de dos fuentes que presionan a la vez: metas de NIR y perfiles de pagos. Distintos informes y coberturas ubican entre 7.000 y 8.500 millones el faltante para cruzar diciembre sin papelones, mientras que analistas recuerdan que la Argentina enfrenta cerca de 8.000 millones adicionales de compromisos externos hasta enero de 2026. No hay épica, hay caja.

El Gobierno apuesta a otra secuencia: cerrar la revisión, sostener la calma financiera y usar cualquier dólar “nuevo” sin gatillar el techo. Bloomberg Línea resumió la idea que el BCRA deslizó a inversores: hasta ahora evitó comprar dentro de la banda, pero no descarta iniciar un ciclo de acumulación cuando el riesgo país y la brecha de expectativas den espacio. Esa es la forma elegante de decir: primero, estabilizar; después, juntar.

La otra pata del cuento es geopolítica. El acuerdo puente con China por el swap dio oxígeno para no improvisar compras nerviosas, pero es un salvavidas con fecha de vencimiento y con diplomacia de por medio. Estados Unidos acompaña el programa, pide orden y reservas, y mira de reojo cada guiño a Pekín. En ese triángulo se define cuándo, cuánto y a qué precio se rellena la pileta del Central.

Mientras tanto, el relato local sostiene que comprar reservas “cuando baja el riesgo país” evitará convalidar un dólar más caro. Es lógico desde el manual de expectativas, pero corre el riesgo de volverse una promesa circular: para que baje el riesgo país hay que reforzar reservas, y para reforzar reservas hay que… comprar. Romper ese bucle exige timing fino y, si existe, algún dólar fresco que no pegue en el tipo de cambio (desembolsos, deuda más barata o superávit comercial extraordinario).

El saldo de octubre es un empate táctico: el Fondo “reclama ya”, el Gobierno “responde después”, el dólar viaja más cerca del techo que del piso y las reservas netas siguen bajo cero en los cálculos de mercado. Nadie se inmuta mientras dure el veranito, pero todos saben que la temporada alta de verdad llega en diciembre-enero. En su artículo en VEM, Demian González pone el fin de las bandas por esas fechas. Si para entonces el BCRA no muestra compras sin tensionar el dólar, la discusión pasará de semántica a contable. Y ahí no alcanza con prometer “en un par de meses”: que los billetes aparezcan sin que el tipo de cambio se entere.

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Leandro Retta