Caputo, que está instalado con todo su equipo en EEUU desde hace días, llegó a la semana más corta con el tanque casi vacío. Tras dos jornadas de ventas muy fuertes, al Tesoro le quedarían unos USD 702 millones líquidos para intervenir y llegar al fin de semana largo; desde el 30 de septiembre habría vendido USD 1.660 millones de los cerca de USD 2.000 millones que compró a las cerealeras durante la ventana de retenciones 0. El mayorista se sostuvo “planchado” a fuerza de esas ventas.
El otro frente de presión se mudó a Washington. Bonistas y compañías están a los gritos cruzados por USD 9.500 millones que salieron del país en concepto de dividendos, y esa pelea ensucia la discusión del eventual salvataje con el Tesoro de EE.UU., elevando el costo político y financiero de cualquier auxilio. No es humo de redes: ya es tema de agenda en la capital norteamericana.
En los mercados se vio el serrucho clásico: rebotaron los bonos cuando se anunció el viaje y cayeron cuando no hubo anuncios concretos. Los títulos en dólares llegaron a subir más de 3% por la expectativa de la reunión con Scott Bessent, con el dólar oficial contenido por ventas de ~USD 200 millones en una sola rueda. El mensaje: sin noticias frescas, la ansiedad vuelve. Y no pueden tenerlo a Scott Bessent, el discípulo de Soros, tuiteando todos los días.
El calendario no perdona. Entre hoy y el 26 de octubre quedan 12 ruedas cambiarias: miércoles 8 y jueves 9; la plaza no opera el viernes 10 por traslado del feriado del 12 de octubre; luego cinco ruedas del 13 al 17 y cinco más del 20 al 24. Es poco margen para sostener un techo si el flujo de divisas no aparece y el Tesoro sigue usando munición dura.
Entonces, ¿el default entra en campaña? Técnicamente, hoy el gatillo no es una fecha X sino la dinámica de caja en dólares: si el Gobierno quema en tres días lo que tardó semanas en conseguir, el riesgo de estrés de pagos (roll-over caro, salteos, reperfilamientos) pasa de hipótesis a tema electoral. No hace falta una cesación formal para que el mercado vote con el precio de los bonos y para que la oposición martillee con “incumplimiento inminente”. El programa de Milei es una aspiradora de dólares y los deudos de Argentinas ya empiezan a mirar los números.
La respuesta depende de dos llaves. Primera, noticias creíbles desde Washington (tamaño, condiciones y timing del apoyo). Segunda, cambiar la táctica de vender spot para contener el mayorista si el stock disponible es tan corto como dicen los privados. Si no llega la primera y no cambia la segunda, el default—en su versión dura o en su versión “blanda” de reperfilar y atrasar pagos—se volverá tema de campaña en las 12 ruedas que quedan. Esa es la aritmética que hoy miran bancos, bonistas y encuestadores.
En corto: el Gobierno todavía puede gambetear el fantasma si consigue señal externa y baja el ritmo de intervención. Pero al ritmo actual y con pocas ruedas por delante, el debate sobre sustentabilidad de pagos ya no es una discusión técnica: es agenda electoral.