Mientras Milei se agacha a eeuu Axel tiene otro discurso

Entre el tuit laminado y la “decadencia yanqui”: Milei se abraza a Trump, Kicillof le marca la cancha en Nueva York

Jornada con dos postales y un mismo escenario: Nueva York. De un lado, Javier Milei vendió “respaldo histórico” tras su encuentro con Donald Trump, que dejó una frase para la tribuna: “Argentina no necesita un rescate, vamos a ayudar”. La foto alcanzó para desinflar el termómetro financiero hasta que Scott Bessent, discípulo de George Soros, tomó el control de la economía argentina. Del otro, Axel Kicillof encabezó una contraagenda a pocas cuadras de la ONU y habló, sin rodeos, de la “decadencia de la hegemonía norteamericana” y del agotamiento del discurso del “poder económico”. Dos diagnósticos, dos caminos.

El costado Milei mostró coordinación con Washington: el secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció que EE. UU. está listo para apoyar a la Argentina con compras de deuda, crédito del Exchange Stabilization Fund y la negociación de un swap por US$ 20.000 millones. La lectura de mercado fue inmediata: subieron los bonos y bajó el riesgo. Pero, de momento, todo suena a intención más que a contrato firmado. En Washington van a esperar a los resultados de octubre.

En paralelo, Kicillof eligió otro marco conceptual. En un homenaje a Pepe Mujica, habló del fin de la hegemonía norteamericana, criticó el anacronismo de los organismos de posguerra y definió al presente como una crisis de crueldad y ajuste con poca validación social. La idea-fuerza: si el orden que dominó la posguerra cruje, alinearse acríticamente a Washington no es estrategia, es dogma.

La contradicción política quedó servida. Mientras Trump bendecía a Milei, insistiendo en que “no hace falta bailout”, su propio Tesoro delineaba un backstop financiero para estabilizar al Gobierno libertario. Apoyo político pleno, cheque por verse: una ecuación que calmó la plaza un rato, pero que abre preguntas sobre condiciones y alineamientos a cambio.

Kicillof no se quedó en la metáfora. Planteó que en Nueva York “se respira una enorme decadencia del discurso del poder económico” y que, aun entre guerras y matanzas, hay una oportunidad para construir mayorías populares sin aceptar el libreto del ajuste como única salida. Ese contraste —rescate externo versus reconstrucción interna— fue su mensaje político al hilo de la campaña.

De fondo, la economía mandó señales ambiguas. Los anuncios desde Washington mejoraron los precios de la deuda y aflojaron tensiones, pero siguen atados a resultados electorales y a metas de ajuste que, según Bessent, condicionarán inversiones y apoyo privado. Es decir: Milei se trajo promesas; los dólares contantes todavía no.

Conclusión de la doble postal: Milei apostó a la diplomacia del mercado —foto con Trump y señas del Tesoro— para ganarle tiempo a la corrida; Kicillof apostó a la diplomacia del discurso —criticar la decadencia del orden que avala esos rescates— para marcar un rumbo alternativo. Cuando baje el ruido, lo que quedará es la pregunta incómoda: ¿alcanzan los guiños de Wall Street para corregir una macro frágil, o hace falta, como insinúa Kicillof, reformular el libreto más allá del aplauso de Manhattan?