Provincias unidas es el plan B de la embajada norteamericana

Funcionario de Trump se reúne con Provincias Unidas y pone un huevo en otra canasta

El consejero trumpista Barry Bennett aterrizó en Buenos Aires y, a juzgar por la agenda, no vino solo a sacarse la foto en Casa Rosada: se sentó con los gobernadores de Provincias Unidas y con referentes parlamentarios como Rodrigo de Loredo y Miguel Pichetto para empujar (palabras textuales de las crónicas) las reformas tributaria y laboral. El puente es con Santiago Caputo, el arquitecto político de Milei. En criollo: Washington diversifica fichas y pone un huevo en otra canasta por si la original se raja en las urnas.

Esa agenda diplomático-partidaria no quedó en salutaciones. El “lobby de la Embajada” ayudó a enfriar el Congreso en días clave, con Bennett pidiendo “acompañamiento” y manos amigas moviéndose para parar la interpelación a Guillermo Francos y patear otros temas sensibles. No es elegante, pero es efectivo: cuando el teléfono suena en serie, el recinto se queda sin quórum y la política entra en modo freezer.

La prueba de estrés se vio con el paquete nuclear. El peronismo intentó blindar a Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA) contra la privatización parcial y el jefe del bloque en el Senado, José Mayans, buscó dos tercios para tratarlo sobre tablas. ¿Qué pasó? Se cayó la jugada. Tras un pedido del enviado de Trump, la UCR y gobernadores aliados bloquearon el movimiento. Resultado: no hubo tratamiento y el Gobierno conservó aire para su operación sobre NA-SA. El “acompañamiento” se tradujo a números: no estaban los votos, y listo.

Ahí entra Provincias Unidas, la liga de Llaryora, Pullaro, Torres, Vidal y Sadir con su propio ajedrez. En campaña anunciaron que competirán con bloque propio y “equidistante”, pero en el Senado sus legisladores terminaron perjudicando el intento de frenar la privatización nuclear. Distancia discursiva y cercanía práctica con la línea Washington, justo cuando el Atlántico Sur y la infraestructura energética volvieron a la grilla geopolítica.

El rol de Santiago Caputo merece capítulo aparte. Oficialmente, es “asesor”; en la práctica, hace de canciller paralelo: viaja a EE.UU., teje apoyos e inversiones y maneja una diplomacia de WhatsApp que muchas veces llega antes que la Cancillería. Con Bennett en la ciudad, todo indica que Santiago operó como router entre la embajada, los gobernadores de Provincias Unidas y los jefes de bloque que podían congelar el temario. ¿Confirmado en actas? No; pero el patrón de hechos sugiere que cuando Washington requiere, Caputo coordina y el Congreso se criogeniza.

Para Washington, apostar solo a la gobernabilidad libertaria es caro. Provincias Unidas aparece como reaseguro: un polo “federal, moderado y gestionista” que puede ordenar votos para reformas que interesan en el Norte (laboral, tributaria y activos estratégicos), incluso si la marca Milei no alcanza los 40 puntos. Si el huevo principal es LLA, éste es el huevo de cobertura: menos ruido, más gobernadores, igual agenda.

El episodio NA-SA mostró, además, la línea roja: el sistema nuclear argentino —tecnología, uranio, Atucha, Embalse— vale más que cualquier eslogan. Y sin embargo, no se habilitó ni el debate sobre tablas para frenar la privatización del 44%. Hay un trasfondo: empresa superavitaria, récord de generación y un proceso de venta acelerado por decreto. ¿Quién ganó la primera mano? El cronograma de la Rosada, con un empujoncito del “acompañamiento” diplomático.

¿Y Milei en todo esto? Encantado: mientras el Presidente posa con Trump y el sugar daddy que nos mandó le plancha el dólar con compras de pesos, la política doméstica se terceriza en dos carriles: el Santiago-Bennett y el Provincias Unidas. Si uno falla, el otro cubre; si ambos empujan, el Congreso se enfría. Manual de gobernabilidad tercerizada: externalizar la presión y internalizar el rédito.

La especulación VEM: Bennett no viaja para coleccionar mates; viaja a garantizar que la reforma laboral/tributaria no se caiga y que los activos sensibles —energía, puertos, nuclear— no se politicen “de más” antes del 26-O. Santiago Caputo ofrece el delivery y Provincias Unidas, la mesa. Si el post 26, LLLA queda muy aislada, Provincias Unidas podrá aportar algunos votos. Esto exige ajustar tornillos pero el huevo en la otra canasta para 2027 ya se está incubando.

La “nueva relación especial” con EE.UU. ya no es solo swaps y fotos; es arquitectura parlamentaria. Un intervencionista puro y duro en la democracia de otro país. Y cuando eso sucede, las provincias pasan a ser piezas de tablero, no meros espectadores. Si mañana NA-SA vuelve a la orden del día, veremos si el acompañamiento es permanente o era por hoy. Por lo pronto, Bennett vino, pidió y le cumplieron. En Washington toman nota; en Atucha también.

Leandro Retta