ser vendepatria da votos o los argentinos no queremos ser puerto rico

¿Le conviene electoralmente al gobierno de Milei exhibir con tanto orgullo su dependencia a EEUU?

Pistas hay, y bastante claras: exhibir dependencia de EE.UU. le rinde a Milei dentro de su burbuja, pero es riesgoso si quiere crecer por fuera. El Pew Research Center, un “fact tank” no partidista que hace encuestas de opinión, investigación demográfica, análisis de contenidos y otros estudios de ciencias sociales en EE.UU. y el mundo, lo muestra con todas las letras: “casi 7 de cada 10 argentinos que apoyan a La Libertad Avanza ven a EE.UU. favorablemente, contra 37% del resto”.

Jugar con la camiseta yanki es identidad para los propios, no necesariamente palanca para sumar moderados. Y, a escala global, la imagen de EE.UU. no es hegemónica y en 2025 cayó en varios países, lo que limita el valor de exhibir “sello Washington” frente a públicos ambiguos.

El precedente argentino inmediato tampoco ayuda: la gran vuelta al FMI en 2018 no “ordenó” políticamente; el propio informe ex post del Fondo admite que el programa “no cumplió los objetivos de restaurar la confianza fiscal y externa”. En 2019, el oficialismo de Macri perdió. La lectura electoral es de manual: si la tutela externa no se traduce rápido en alivio de bolsillo, castiga.

¿Y ahora? El capítulo Bessent —con el Tesoro de EE.UU. comprando pesos y un swap por US$20.000 millones— es la versión 2025 de esa tutela. Sirvió para bajar el dólar y subir bonos, sí; y para una foto de alineamiento total. Pero hasta Reuters/AP/FT remarcan que es un “stopgap” (salvataje) preelectoral: estabiliza precios un rato y traslada riesgo a Washington, más que resolver la macro real. Si el efecto no llega al salario antes del 26 de octubre, cosa muy difícil que pase, la exhibición de dependencia se lee como tutela sin beneficios.

La literatura empírica abona el pronóstico: reformas “duras” y auxilios externos cerca de elecciones suelen tener costo político porque los beneficios demoran y el dolor es inmediato. El FMI Staff Discussion Note sobre “The Political Costs of Reforms” resume décadas de datos: el castigo existe y hay que secuenciar muy bien para atenuarlo. En criollo: exhibir austeridad y dependencia sin recompensa visible es pedirle al votante un acto de fe… en temporada de boletas.

El contraste con Menem es útil para no errarle al diagnóstico. Menem pudo vender “relaciones carnales” con EE.UU. porque venía de estabilidad e ingreso en alza: tras la Convertibilidad, la economía creció fuerte hasta 1997; la reelección de 1995 se apoyó en esa sensación de bienestar, no en el alineamiento automático con EEUU. Es decir, la foto con Washington reditúa si el bolsillo sonríe; cuando no, se vuelve boomerang simbólico.

A esto se suma el clima soberanista local: columnas recientes en la prensa política hablan de un “plebiscito Puerto Rico vs. Argentina” y de que “Milei le entregó a Bessent el plan económico y la campaña”. Podrá gustar o no esa etiqueta, pero si prende en el debate público, encarece electoralmente la bandera del alineamiento automático.

¿Hay un escenario en el que convenga exhibirla? Sí, a muy corto plazo, si la intervención se percibe como orden: dólar planchado, inflación mensual a la baja tangible, algo de crédito/consumo repuntando. En ese caso, la señal pro-EE.UU. puede tranquilizar a indecisos preocupados por la estabilidad. Pero si la calma queda en el circuito financiero y no toca el changuito del súper, refuerza la percepción de protectorado que no derrama.

Por eso la síntesis, hoy, suena así: exhibir dependencia le sirve a Milei para fidelizar (porque su base ya es pro-EE.UU., como muestra el Pew Research Center), pero espanta a segmentos no libertarios si no hay mejora material a mano. Y la historia local (FMI 2018) + la evidencia comparada sobre reformas cerca de elecciones sugieren que el castigo llega antes que el aplauso.

Conclusión VEM, con números en la cabeza: si Milei busca asegurar un tercio nacional, el “lamebotismo” puede funcionarle como bandera identitaria. Si aspira a superar los 40 puntos, en cambio, no es buen augurio: sin efectos rápidos en el bolsillo, la dependencia se parece más a coloniaje que a estabilización, y la evidencia dice que eso no suma por fuera de los convencidos.