la ayuda humanitaria en gaza fue expulsada

Lo que contó Celeste Fierro sobre su detención por el Estado de Israel por su ayuda humanitaria en Gaza

La legisladora porteña por el FIT-U Celeste Fierro volvió y lo primero que dijo fue un mensaje sin maquillaje: “¡Al fin libre! Ahora me encuentro en Jordania, pronto partiré hacia Argentina. Gracias a todos. Sigamos con los ojos en Gaza”. La frase, escrita apenas la deportaron, condensa su lectura política de lo vivido: el foco no es ella, es la población cercada a la que la Flotilla Global Sumud intentaba llevar ayuda. La cronología es precisa: abordaje en el mar, detención, cárcel y expulsión vía Jordania antes del regreso al país. Todo en menos de una semana, con la diplomacia argentina empujando desde atrás y la presión pública sosteniendo el resto.

En su relato, la secuencia empieza con dos días de traslados y aislamiento comunicacional y sigue con cuatro en Ktzi’ot, la prisión del Néguev donde concentran a gran parte de los activistas detenidos por la flotilla. Fierro ubica con fechas el encierro: del 3 al 7 de octubre estuvo presa allí, y recién el día 7 la sacaron hacia Jordania. De Ktzi’ot enumera lo que se suele disimular con eufemismos: hacinamiento, golpes, gente con las manos atadas con precintos, algunos con los ojos vendados, y agua potable racionada. “No saquen los ojos de Gaza”, repite, como si el eslogan fuera una bitácora de supervivencia.

El detalle que vuelve más densa la cronología es la asistencia legal y consular: según su testimonio, pasaron cerca de 48 horas hasta ver a un abogado y tres días hasta recibir la visita consular. Entre tanto, denuncia que les retuvieron pertenencias (se quedó con lo puesto y el pasaporte), que hubo intimidaciones previas al abordaje —drones, explosiones, interferencia de radios, incluso música a todo volumen en la frecuencia— y que la salida de los europeos fue más ágil por la presión política de sus países. No es un alegato teórico: es un inventario de hechos.

No estuvo sola. Junto a Fierro viajaban Ezequiel Peressini y Carlos “Cascote” Bertola; los tres fueron deportados a Jordania y atendidos en un hospital antes de emprender distintos vuelos de regreso. Página/12 y Tiempo Argentino reconstruyen esa posliberación: activistas argentinos próximos a volver y diplomáticos haciendo de bisagra en Amán ante la ausencia de embajada argentina allí. La imagen desarma cualquier caricatura: militantes, consulares y médicos, no “piratas” del Mediterráneo.

El contexto internacional le pone volumen a la escena. La Flotilla Global Sumud movilizó a centenares de activistas de más de 50 países y tuvo, además, una vidriera obvia: Greta Thunberg. La sueca fue deportada con un grupo numeroso a Grecia y su caso sirvió de lente para mirar al resto: medios europeos y organismos de derechos humanos describieron malos tratos, confinamiento y deportaciones exprés, mientras Israel defendió el bloqueo y negó abusos. La estadística ayuda a entender la escala: según Times of Israel, a esa altura 341 activistas habían sido deportados y 138 seguían detenidos.

Hay un punto de fricción jurídica que asoma en todas las crónicas serias: la intercepción en aguas internacionales y la deportación sin ingreso voluntario al territorio. En casos previos de la Freedom/Sumud, Amnistía y otros organismos reclamaron que el abordaje a naves civiles con ayuda humanitaria viola el derecho internacional. Otro más. Fierro, igual que otros, se negó a firmar papeles que convalidaran una “entrada ilegal” a Israel. Su postura es simple: no buscaban entrar a Israel, buscaban asistir a Gaza. Esa tensión legal (y política) está lejos de resolverse, pero ordena la discusión.

¿Y qué contó Fierro sobre lo humano, más allá de la grilla policial? Dijo que hubo compañeras y compañeros lastimados, que la higiene era deficiente, que el sueño era intermitente y que el miedo convivía con la convicción. También marcó una desigualdad que no sorprende: la salida “por tandas” no la definía el azar, sino el peso diplomático y las campañas públicas en cada país. Italia y los países nórdicos movieron más rápido; “los del sur global” demoraron. A veces la geopolítica es, simplemente, la fila del penal.

La propia Fierro empalma su historia con el hilo más largo: Gaza. Repite que la hambruna no se detiene porque frenen una flotilla civil, que el castigo colectivo tiene nombres y edades y que, mientras se discuten marcos legales, la ayuda no llega. En ese sentido, la deportación “rápida” no es un gesto humanitario: es la manera más eficiente de sacar de escena a quienes incomodan y seguir como si nada. Si el objetivo era desactivar el foco, el testimonio hace lo contrario: lo devuelve al centro del plano.

Hola, 👋
Encantados de conocerte.

Regístrate para recibir contenido interesante en tu bandeja de entrada, cada semana.

¡No hacemos spam! Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

Leandro Retta