Axel salió a la campaña nacional con el cartel de “ganador en septiembre” colgado del cuello. No es metáfora: separar la elección bonaerense de la nacional fue su apuesta y la caja registradora le sonó a favor. El peronismo le sacó más de diez puntos a La Libertad Avanza en la Provincia y eso lo dejó con espalda política y crédito dentro del PJ para hablar de 2027 sin aclarar el número de lista. El punto de partida, entonces, es alto: validó el desdoblamiento en votos y se sentó a la mesa grande con derecho a postre.
Pero ahora viene el boleto de vuelta: si el 26 de octubre el peronismo nacional no redondea y, además, aparecen municipios “kicillofistas” flojos de votos, esa victoria de septiembre puede convertirse en un “¿y al final para qué desdoblaste?”. Los mismos que lo felicitaron por separar podrían recriminarle haber priorizado bancas provinciales y concejos deliberantes por sobre las diputaciones nacionales. El riesgo no es simbólico: con el Congreso en juego, la lectura se vuelve patrimonio histórico intangible y también aritmética.
En el mientras tanto, Axel juega el rol que mejor le sale: gobierno en Provincia y liderazgo opositor. En San Vicente, convocó a “pensar cómo volver a la Casa Rosada” y aglutinó tribus peronistas que fuera del acto no se mandan ni un audio. Ese tono le sirve doble: hacia adentro acomoda expectativas y hacia afuera compite por la representación del malestar social frente a Milei. Si octubre lo acompaña, su “Derecho al Futuro” deja de ser eslogan para convertirse en plataforma.
Hay otra hoja del cuaderno: el efecto Axel sobre la boleta nacional en PBA. La Provincia es el 37% del padrón y, aunque él no figure en la papeleta, su capacidad de campaña, intendentes y logística puede inclinar bancas. Las encuestas marcan ventaja del peronismo en PBA y foto pareja o con ventaja libertaria a nivel nacional: si Kicillof sostiene el envión bonaerense, empuja al bloque opositor en Diputados; si se desinfla, el oficialismo respirará hondo en el escrutinio.
Axel también compite contra la agenda importada desde Washington. Con Bessent operando el dólar y Bennett operando la rosca, Milei montó una campaña “civilización o default” con condicionalidades explícitas de la Casa Blanca. En ese marco, Kicillof no solo disputa bancas: disputa la imagen del gran ganador. Su narrativa de soberanía y Estado activo choca con la épica del “swap + reformas ya”. Si el domingo hay foto de dólar cerca de 1.600 y bolsillos en terapia, el encuadre económico le ayuda; si la intervención tranquiliza por 48 horas, el gobierno empujará “estabilidad” a precio de préstamo.
¿Y el peronismo? Axel se mueve en un ecosistema donde nadie es Perón pero muchos quieren ser trending. Su triunfo provincial le dio volumen en la interna frente al cristinismo clásico y los gobernadores dialoguistas, pero la gobernabilidad del día después exige más que RTs: disciplina legislativa, menú común y portavoces que no se pisen. Si octubre confirma que PBA es el bastión y el interior queda dividido, Kicillof quedará obligado a tender puentes más allá del conurbano si quiere proyectar 2027 con chances federales pero mostrará una buena base.
También está el detalle de la expectativa que él mismo construyó: en agosto defendió el desdoblamiento como “la posibilidad concreta de ponerle un freno a Milei”. Dijo “freno”. El 26-O es, precisamente, la evaluación de ese freno a escala nacional. Si la oposición amplía bancas, podrá afirmar que la maniobra bonaerense ordenó al peronismo; si no, el fraseo vuelve en modo boomerang: se frenó en Provincia, patinó en Nación.
Otro debate a seguir: ¿qué mide la elección para Axel, liderazgo o límite? Si el voto urbano-popular de PBA sostiene al peronismo, su figura capitaliza. Si en municipios propios hay sorpresas, la factura irá a La Plata con recargo. A nivel nacional, el sello aún necesita traducción: gobernadores y sindicatos lo miran con simpatía, pero preguntan por lugares y reglas del juego. De nuevo, octubre como perilla.
Para cerrar, tres preguntas que pueden ordenar el artículo y que no tienen respuesta cerrada (todavía): 1) ¿El peronismo nacional logra que el envión de septiembre en PBA derrame bancas en octubre? 2) ¿Axel sale del 26-O más jefe de la oposición o más jefe de la provincia? 3) ¿El desdoblamiento queda en la historia como jugada maestra… o como un “te salió redondo en septiembre y nos complicaste octubre”? Si el escrutinio acompaña, Kicillof puede vender que salvó al peronismo de una paliza nacional; si no, tendrá que explicar por qué el mejor alumno de septiembre no alcanzó para pasar octubre.
Otros debates que sumar: el rol de Axel como eventual articulador del PJ , su relación con intendentes y con los bloques en el Congreso, y la prueba de fuego de transformar “gestión de Provincia + discurso nacional” en una coalición competitiva fuera del AMBA. Si octubre lo deja bien parado, el laboratorio 2027 arranca el lunes; si no, habrá que reescribir el plan en la contratapa.