“Varones Unidos” o la demostración de que la cruzada contra las políticas de género termina, demasiadas veces, habilitando violencia bien real. El caso que sacudió a Córdoba —el doble femicidio de Luna Giardina y Mariel Zamudio— tiene un protagonista con prontuario ideológico: Pablo Laurta, fundador y militante de “Varones Unidos”, detenido cuando huía con su hijo hacia Uruguay. El propio portal de Varones Unidos y coberturas de medios confirman su centralidad en esa comunidad misógina que relativiza la violencia de género, victimiza a los varones y ataca las políticas de igualdad. No es un foro inocente: es un ecosistema que convierte odio en «sentido común».
La escena quedó documentada en fotos, videos y posteos: Laurta organizaba y presentaba actos donde los referentes de la “batalla cultural” libertaria —Agustín Laje y Nicolás Márquez (que aparecen en la foto que ilustra este artículo junto a Laurta)— lo agradecían públicamente y saludaban a “Varones Unidos”. Hay registros de 2018 en Montevideo y de su rol activo como anfitrión. Que hoy esos clips vuelvan a circular no es oportunismo: es prueba de vínculos orgánicos entre la militancia antifeminista y el circuito ideológico que hoy orbita el poder.
¿Todo esto es solo “redes sociales”? Ojalá. Laurta fundó/administró “Varones Unidos”, ese sitio que ridiculiza la agenda de género, vende “tips de seducción”, promociona laboratorios “imparciales” de paternidad y denuncia fantasías de “misandria” y “fraude parental”. Es el ABC de los espacios que disfrazan el disciplinamiento machista de “igualdad para los hombres”. En paralelo, el portal siguió por meses el “caso Laurta” para construir su relato de victimización, antes de ejecutar a su expareja y su exsuegra y demostrar que «los derechos de los hombres» suelen enmascarar el machismo más violento y misógino.
La arista política no es lateral. El detenido organizó charlas de Laje y Márquez; y Perfil difundió el video de los agradecimientos a “Varones Unidos”. Pero hay otro punto polémico: la cuenta de Laurta en X era seguida por Patricia Bullrich. ¿Ser seguido por una ministra te convierte en asesor? No. ¿Muestra vasos comunicantes, afinidades y una zona de confort para ese discurso? Sí, y en un país con femicidios cada 35 horas, la responsabilidad simbólica importa. También es acorde recordar que la ministra Bullrich declaró que el triple femicidio de Florencia Varela no era un femicidio, sino un homicidio «normal» como sostienen «Varones Unidos» y otras organizaciones machistas, que suelen simpatizar con el gobierno de Milei.
El hilo con el oficialismo se ve también en la estética y el repertorio de consignas. Cuando el gobierno celebró su “guardia pretoriana” —Las Fuerzas del Cielo—, en ese escenario compartieron micrófono funcionarios y el propio Agustín Laje, entre arengas antifeministas. Esa liturgia política legitima a los predicadores del anti-derechos y les presta institucionalidad. El salto desde ahí a grupos como “Varones Unidos” es más corto de lo que conviene admitir.
No confundamos: humor con cautela no es relativizar el espanto. Pero frente a quienes presentan estas redes como “clubes de debate”, una ironía sobria ayuda a desenmascarar el absurdo: si de verdad defendieran la “armonía entre los sexos”, no necesitarían negar femicidios, ni montar campañas contra las leyes que protegen a las víctimas. se llaman “Varones Unidos” pero su programa es dividir y dominar.
La secuencia judicial y policial de Pablo Laurta es conocida pero vale la pena repasar: doble asesinato, secuestro del hijo de cinco años, fuga y detención en Gualeguaychú. Lo importante para la conversación pública es el contexto: hay una constelación de influencers, dirigentes y funcionarios que alimentan este tipo de comunidades con un combustible muy específico —la cruzada contra el “feminismo hegemónico”— y luego actúan sorprendidos cuando el discurso se vuelve conducta. A la hora de prevenir violencias, los algoritmos y los auditorios no son inocentes.
¿Bullrich, Laje, “libertarios”? Vínculos sobran y están en hemeroteca. Laje es orador frecuente en actos alineados con el oficialismo; Bullrich, hoy ministra, empuja un clima represivo donde las protestas feministas son tratadas como “amenazas”. No hace falta inventar conspiraciones: basta con observar cómo ese clima legitima a colectivos que niegan la violencia de género y provee escenarios para sus voceros. Ese corredor —del atril al feed— es el que hoy tenemos que desarmar.
La lección es dura y simple: las campañas contra las políticas de género no quedan en Twitter. Rompen redes de cuidado, erosionan dispositivos de protección y blindan a agresores en nombre de la “libertad”. El caso Laurta lo mostró con brutalidad. Si esta gente dice venir a “defender a la familia tradicional”, ¿por qué su primer acto es destruir la vida de una madre? Algo no cuadra —y no es el lenguaje inclusivo.
Para que no quede duda del mapa: Pablo Laurta no fue un francotirador mediático. Fue fundador y rostro de un engranaje que tuvo escenario, micrófono y legitimación en la “batalla cultural” del presente. Las víctimas tienen nombre; la complicidad también. Y “Varones Unidos” deja hoy expuesta una verdad incómoda: cuando se demoniza la igualdad, lo que se normaliza es la violencia.