Donald Trump salió a bancar a Javier Milei con una mezcla de épica y aspirina: “no hace falta un rescate, pero vamos a ayudar”. La foto de la tuit impreso calmó a los mercados, pero en Washington el efecto fue otro: tormenta política. La senadora Elizabeth Warren lo dijo sin anestesia en X: “Trump debería dejar de subirles los precios a los estadounidenses y de regalar nuestro dinero a sus corrupt buddies”. El dardo iba directo a la posibilidad de usar fondos públicos de EE.UU. para apuntalar a Milei en plena campaña argentina.
La acusación de amigo corrupto dedicada a Javier Milei demuestra que los casos Libra y las comisiones de ANDIS que cobra su hermana Karina han llegado a la prensa internacional y los demócratas no dudarán en atacar con este tema al presidente republicano.
El giro que encendió las alarmas: el Tesoro de Trump, vía su secretario Scott Bessent, dejó trascender que están preparados para intervenir con herramientas como el Exchange Stabilization Fund (ESF), compras de bonos o incluso líneas de swap para sostener a la Argentina. ¿Resultado? Rally de bonos y respiro cambiario en Buenos Aires; fuego cruzado en el Capitolio, donde ya miran con lupa el uso de plata del contribuyente a semanas de una elección extranjera.
Warren fue más allá del tuit: le mandó una carta formal a Bessent cuestionando el “bailout” argentino por su oportunismo político y advirtiendo que el ESF no es una caja para rescates electorales de amigos del Presidente. La crítica se alinea con otros demócratas del Senado, que ya venían denunciando “uso político” de programas financieros y sanciones bajo Trump. Traducido: cada paso del Tesoro con Argentina vendrá con audiencias, pedidos de informes y ruido.
El otro flanco se llama Bolsonaro. Trump pagó costos internos por meterse de lleno en la novela brasileña: tarifas del 50% a importaciones de Brasil y sanciones inusuales (EE.UU. incluso sancionó a la esposa del juez del caso Bolsonaro y retiró visas a funcionarios), movidas que tensaron la relación con Brasilia y que la prensa en Washington leyó como política exterior a medida de un aliado personal. Si a eso se suma un salvataje a Milei, el relato opositor queda servido: “Casa Blanca al servicio de amigos ideológicos”.
En el frente técnico, hay otra piedra en el zapato: legalidad y precedentes. El ESF permite intervenciones cambiarias y respaldos puntuales, pero su uso para un programa grande y electoralmente sensible abre una discusión sobre límites del Ejecutivo, control del Congreso y riesgo moral. Economistas de Washington ya advierten que un “Draghi a la americana” para Argentina sin condiciones explícitas puede volverse boomerang si fracasa o si luce como ayuda partisana.
Políticamente, Trump obtiene foto y narrativa de liderazgo hemisférico; a cambio, compra tres costos: 1) el de Warren y compañía machacando con “regalos a amigos corruptos”; 2) el de un Congreso que viene de recortar fondos internacionales y que no quiere sorpresas con dólares afuera cuando adentro se ajusta; 3) el de un precedente que podrían usar futuros presidentes… o que la justicia podría cuestionar si lo ven como abuso de discrecionalidad.
Para los mercados, el guiño sirve; en el ring doméstico, luce como ambigüedad calculada que igual alimenta la narrativa de amiguismo. Y cuanto más se hable de Milei o Bolsonaro en campaña estadounidense, más caro le sale a Trump en titulares, comités y primetime.
Balance: ayuda a Milei sí; cheque en blanco, no. En EE.UU., respaldar a un líder extranjero cercano ideológicamente —y hacerlo en la semana más caliente de su crisis— trae rédito de foto y costo de oversight. O, dicho en dialecto Capitol Hill: Milei le suma a Trump un aliado en el sur, pero también un expediente en Washington.