ucrania manda soldados sin formación al frente

Ucrania está mandando inexpertos al frente: tres argentinos murieron en Sumy en su primera misión de asalto, a semanas de haberse alistado

Tres ciudadanos argentinos —José Adrián Gallardo (53), Mariano Franco (47) y Ariel Achor (25)— murieron en la región de Sumy durante su primera misión de asalto del lado ucraniano. Los reportes coinciden en que se habían alistado hacía pocas semanas y que el repliegue de su unidad quedó bajo ataques con drones en una zona saturada de munición merodeadora y campos minados. No eran exmilitares argentinos: viajaron, firmaron contrato y entraron al engranaje más letal de la guerra contemporánea casi sin margen entre el formulario y la línea cero.

Llamarlos “contratados” es jurídicamente más preciso que “mercenarios”: Ucrania integra a extranjeros mediante contrato dentro de sus fuerzas, una diferencia relevante en derecho de guerra que no cambia el desenlace, pero sí explica el carril por el que fueron llevados a combate. La propia Legión Internacional y los centros oficiales de reclutamiento describen requisitos mínimos, chequeos médicos y capacidad física; la “experiencia militar” no es condición excluyente sino “una ventaja”. Si estás sano, hablás inglés/español y aceptan tu postulación, podés entrar.

¿Hay apuro para llenar trincheras? Sí. Ucrania arrastra una escasez de personal que ya derivó en reformas legales, bajando la edad de movilización de 27 a 25 años y endureciendo el régimen para actualizar datos y perseguir la evasión del reclutamiento. No es un chisme de Telegram: está documentado por Reuters, AP y otras cabeceras desde 2024, con generales admitiendo desventaja numérica frente a Rusia. Ese contexto de déficit humano explica por qué los extranjeros “contratados” llegan rápido al frente: cada semana importan cuerpos que aprendan bajo fuego lo que no alcanzaron a practicar en un campo de instrucción.

Sumy no es una frontera “tranquila” para debutar. La región viene recibiendo ataques con drones y misiles con regularidad; la diferencia entre entrenamiento y realidad se mide en segundos de zumbido y en dónde pisás. Que la primera misión termine en bajas múltiples no sorprende a nadie que sigue los partes: el uso masivo de UAVs y la densidad de minas convirtieron a la guerra en una lotería cruel para tropas novatas. La cronología de ataques recientes en Sumy, con heridos y muertos por drones en áreas civiles y militares, confirma que ese frente es una trituradora.

Ucrania está mandando tropas inexpertas al frente

“Pero reciben entrenamiento”, dirán. Sí, y no hay un único estándar. El Ministerio de Defensa ucraniano publicita programas de 35 días para voluntarios del “Ukrainian Legion”, mientras que la formación occidental a reclutas ucranianos (Operation Interflex, Reino Unido y aliados) estandariza bloques intensivos con enfoque médico y de shock. Todo suma, pero nada sustituye la experiencia, menos cuando el paso de alistarse a operar en asaltos ocurre en cuestión de semanas. En 2025, esa curva de aprendizaje se paga carísima.

La muerte de los tres argentinos encaja con la descripción que hicieron medios locales: dos meses (o menos) desde el alistamiento a la primera acción ofensiva, sin antecedentes en el Ejército Argentino u otro ejercicio militar, y un repliegue bajo drones que terminó en fatalidad. No hace falta forzar el argumento: frentes nutridos con extranjeros inexpertos. En un teatro donde la supervivencia inicial depende del instinto entrenado y de la coordinación fina con la unidad, la inexperiencia es más que una etiqueta: es un riesgo operacional que se cobra en efectivos, reputación y propaganda.

También conviene mirar el espejo del otro lado. Rusia compró mano de obra con incrementos de bonos y con canteras carcelarias; Ucrania, acorralada por la demografía y por la duración del conflicto, atrae extranjeros y acelera vías de incorporación. Que existan contratos, manuales y videos institucionales no anula la aritmética: si faltan cuadros veteranos y sobran misiones, la tentación de “aprender peleando” se vuelve política de hecho. Nadie lo escribe así en un decreto, pero los cementerios entienden el subtexto.

¿Es injusto hablar de “inexpertos”? Decir que no eran exmilitares argentinos no prueba vacío absoluto de instrucción, pero lo relevante es el tiempo: un novato no se convierte en infante mecanizado en 30–45 días de curso comprimido y dos noches de guardia. La guerra de drones y minas castiga errores mínimos; por eso, cuando tres recién llegados caen en su primera salida de asalto, la explicación más parsimoniosa no es épica sino logística: faltan hombres curtidos y sobran misiones de alto riesgo.

La geopolítica corre por los márgenes del texto, pero no es ajena al desenlace. La cadena de reformas de movilización en 2024 y 2025, la presión pública de socios para bajar edades y “cerrar huecos”, y los partes diarios del Sumy (un frente secundario comparado con el Donbas) pintan un mural sin romanticismo: el sistema necesita más combatientes y los necesita ya. A esa velocidad, el contrato reemplaza a la biografía, y el frente se convierte en la academia. A veces, como en este caso, la matrícula se paga por adelantado.

La información duele, pero es clara: Ucrania está mandando inexpertos al frente con Rusia y los casos de los tres argentinos lo ilustran con nombres propios. José Adrián Gallardo (53), Mariano Franco (47) y Ariel Achor (25). No hay que inventar nada para contarlo; alcanza con unir la escasez de personal, la vía de “contratados” que no exige experiencia previa, los programas de entrenamiento exprés y el frente más cruel para estrenar un uniforme. Sumy no fue un accidente; fue un aviso. Y a veces, los avisos llegan tarde.

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Leandro Retta