caso tres arroyos de abuso

Mientras los libertario están en contra, la ESI sigue revelando casos de abuso sexual

La escena se repite y no por moda pedagógica: una charla de ESI, una nena que se anima a contar lo indecible y una Justicia que actúa. En Tres Arroyos, la Juzgado de Garantías confirmó la prisión preventiva de un hombre acusado de abusar de su hija; el caso se descubrió a partir de contenidos de Educación Sexual Integral trabajados en la escuela.

Mientras tanto, el Gobierno nacional lleva meses en guerra con la ESI. En enero recortó y retiró materiales del portal estatal por considerarlos “adoctrinamiento” o “no politizados”, en línea con su cruzada cultural contra los contenidos de género y derechos en la escuela. No fue un gesto aislado: desde 2024 el oficialismo viene desfinanciando el área y hasta borró partidas en el Presupuesto, todo bajo la misma premisa de que la educación sexual “ideologiza”. El saldo real es otro: comunidades educativas más desprotegidas y menos herramientas para detectar abusos que, como muestra el caso de Tres Arroyos, suceden sobre todo intramuros familiares.

El episodio que partió la conversación en dos fue la ofensiva contra “Hay secretos”, la canción de Canticuénticos que miles de docentes usan para que las infancias distingan entre secretos “lindos” y “feos” y sepan pedir ayuda. A comienzos de 2025 el gobierno la bajó de Educ.ar por “ideológica” y “no apropiada para la edad”; la reacción social y de especialistas fue tal que terminaron reponiéndola. La prensa internacional tomó nota del boomerang: la misma pieza que ayudó a revelar casos de abuso en tribunales era señalada como “peligrosa” por quienes dicen defender la inocencia.

El contraargumento oficial suele ser que “la ESI pertenece a la familia” o que hay “excesos militantes”. Nadie niega que haya que mejorar materiales y formación docente; el punto es que donde la ESI funciona, aparecen las palabras, los circuitos de denuncia y las cautelares. Los ministerios cambian, las estadísticas no: aun con subregistro, cuando se enseña a reconocer el consentimiento, el cuerpo propio y las rutas de ayuda, suben las revelaciones y bajan los silencios. Es exactamente lo que pasó en Tres Arroyos y en otros expedientes recientes en el interior.

Decir “guerra en Gaza” invisibiliza civiles; decir “guerra a la ESI” invisibiliza niñas y niños concretos. En nombre de combatir la “ideología”, se eliminaron recursos que muchos equipos escolares usan para abrir conversaciones seguras y salvar tiempo a la Justicia. Y cuando esas decisiones se visten de cruzada moral, aparecen las campañas de censura a libros en bibliotecas, que agregan ruido donde hace falta evidencia y trabajo profesional.

Volvamos al aula: allí donde una docente canta “Hay secretos que hacen mal”, no hay adoctrinamiento sino prevención primaria. Allí donde un Estado retira materiales por prejuicio y recorta presupuesto, lo que aparece no es más libertad sino más vulnerabilidad. El caso de Tres Arroyos recuerda algo elemental: la ESI no “inventa” delitos, los revela. Y cada vez que alguien decide apagar esa luz, no desaparecen los monstruos: desaparecen las palabras para nombrarlos.